¡ÁFRICA SE LEVANTA!

 

¡ÁFRICA SE LEVANTA!


28 de enero de 2011

Sergio Muñoz, Presidente OCE-Unicesar.


Las revueltas populares de las últimas semanas acaecidas en Túnez y Egipto constituyen la legítima expresión del descontento y la indignación populares frente a estos tiránicos gobiernos, cipayos de las políticas estadounidenses y que, empezando por los decenios que han permanecido aferrados al aparato estatal, nos dan claras muestras de su carácter antidemocrático.

El continente africano, tercero en el mundo tomando en cuenta su extensión geográfica, ha sido víctima de la más abyecta expoliación por parte de diferentes potencias extranjeras en prácticamente todos los 53 países y 6 dependencias que lo componen. El Imperio Romano en el siglo I a.c.; el Imperio Bizantino en el siglo VI; los árabes en el siglo VII; los países europeos, principalmente el Imperio Británico, Francia, Italia, Alemania, Portugal, Bélgica, España y otros desde 1880 a 1920, aproximadamente; hasta el siglo XX y el actual, con el imperialismo norteamericano.

  1. DEL COLONIALISMO AL NEOCOLONIALISMO

Antes de que se diera lo que se denominó como “la disputa por África” o “la repartición de África” existían en ella cuatro países independientes. “La disputa por África” consistió en los diferendos entre diversos países europeos para hacerse a la mayor parte posible de territorio africano con el fin de dinamizar sus economías locales, colapsadas por la Gran Depresión de 1875; poseer y explotar los recursos naturales y la mano de obra de África, muchísimo más baratos y asequibles que en sus países de origen, que además presentaba una gama de recursos no existentes en el continente europeo; y hacerse a un vasto territorio al cual podrían acudir los nacionales europeos en caso de emergencia. Asimismo, se dice que este fue uno de los detonantes de la I Guerra Mundial.

Liberia (1847), Sudáfrica (1910), Egipto (1922), Etiopía (1941) constituían la excepción, así fuese formal, a la regla de dominación predominante. En el año 1951 Libia se constituyó como la primera colonia africana en liberarse, ejemplo que siguió Ghana en 1957. Ambas originaron una reacción en cadena de portentosas luchas por la independencia y la autonomía de sus Estados.

Tan legítimo clamor y tan correctos objetivos duraron muy poco. Los conflictos raciales y tribales, la ineficiencia y corrupción de ciertos gobiernos, el caos y la anarquía, pero ante todo los intereses extranjeros prevalecientes sobre África, fueron la excusa perfecta para continuar saqueando el territorio y llevando a su población a grados inimaginables de miseria.

En esta segunda etapa, que persiste hasta nuestros días, la dominación se ejerce de manera indirecta, a través de gobiernos títeres, de los denominados “planes” o “misiones” de agencias y organismos internacionales y especialmente de la “ayuda internacional”, eufemismo para catalogar una maratónica carrera de endeudamiento a un ritmo aproximado de $50 mil millones de dólares anuales. Dicha “ayuda”, como siempre, se carga sobre los hombros del pueblo, que ve reducir la asistencia social a su mínima expresión.

En todo caso, en la era del neocolonialismo, los resultados son más efectivos y los métodos más refinados, pero los beneficiarios los mismos que en la época del colonialismo.

  1. TÚNEZ

La República Tunecina ha sido escenario en las últimas semanas de portentosas movilizaciones. El pueblo tunecino, junto a sus organizaciones de masas, ha protestado legítimamente a través de variadas formas contra el gobierno de Zine El Abidine Ben Alí en primera instancia, y contra sus hombres en el gobierno de transición, en segunda instancia.

En la década de 1930 nace el Partido Nueva Constitución, del cual partirá la base para las luchas por la independencia, que en 1955 dieron lugar al autogobierno de Túnez, en 1957 a la independencia bajo el modelo monárquico constitucional y en ese mismo año al derrocamiento de la monarquía y al nacimiento de la República Tunecina con Habib Bourguiba, líder del Partido Nueva Constitución, proclamado como presidente.

Bourguiba, bajo diversas modalidades, estuvo en el poder durante treinta años, siendo sucedido por Ben Alí, quien gobernó desde 1987 hasta su derrocamiento en enero de 2011. Ambos fueron alumnos aventajados de la política neoliberal, permitiendo una descontrolada inversión extranjera, propiciando zonas de libre comercio, endeudamiento y privatización, así en sus inicios haya dado cierto apoyo a la Organización para la Liberación de Palestina, OLP.

Ben Alí, de formación militar, se graduó de la Senior Intelligence School en Estados Unidos, se caracterizó por su violencia y represión, haciéndose al poder a través de un golpe de Estado, modificó la Constitución a  su antojo para perpetuarse en el poder, estableció el fraude electoral como práctica política e ilegalizó a la oposición.[1]

Debido a la intensidad de las protestas, Ben Alí huyó a Arabia Saudita, quedando a la cabeza del gobierno quien fuera su primer ministro, Mohammed Ghannouchi, el cual sólo duró un día, siendo relegado en el gobierno de transición, así sea en apariencia, por Fouad Mebazza, presidente del Parlamento. Ben Alí es acusado por la población de empobrecer al país, al punto que se afirma que su esposa huyó con tonelada y media de oro. [2]

La resistencia popular tunecina se trasladó de la periferia al centro colmando a todo el país de heroicas confrontaciones, exigiendo la salida de los hombres de Ben Alí, quienes nunca dieron cumplimiento al lema de ese país, cual es “orden, libertad, justicia”. También exigen la liquidación del partido de gobierno, la Asamblea Constitucional Democrática, a pesar de las últimas posiciones, un tanto conciliadoras de la central UGTT.[3]

El pueblo tunecino tiene toda la razón de su lado en sus justos reclamos. Lo quiere todo y continuará hasta el final sin vacilaciones. Mientras tanto los problemas se acrecientan para Ben Alí y su séquito. “No son bienvenidos” enfatizó el primer ministro canadiense Stephen Harper.[4]

  1. EGIPTO.

En la convulsionada República Árabe de Egipto, Hosni Mubarak, su presidente prooccidental, quien gobierna desde 1981, aplica sólo la primera parte del lema de su país: “silencio”; mientras que las amplias masas practican la restante: “paciencia, libertad, socialismo y unidad”.

Desde 1952 en Egipto se celebran elecciones con candidato único, hasta la de 2010, fecha en la cual Mubarak se valió de maniobras non sanctas para burlar a la oposición. En la práctica, el férreo control del gobierno lo tiene el Partido Nacional Democrático, obsecuente y servil a los dictados norteamericanos, de quien percibe $1.300 millones de dólares anuales destinados al ejército. Los sindicatos y asociaciones están prohibidos y los brutales ataques a la libertad de expresión y asociación son el pan de cada día.

Las protestas en Egipto se iniciaron el martes 25 de enero de 2011 y llegaron a su clímax el viernes 28 de enero, con un saldo (hasta ese entonces) de aproximadamente 30 muertos y más de 400 heridos, además del apresamiento del líder opositor y Premio Nóbel de Paz, Mohamed el Baradei, y de Ozama Gazali, otro líder opositor.

En su alocución presidencial Mubarak ha hablado de “mantener el orden” y propiciar el “diálogo”, a la vez que anuncia la recomposición de su gabinete. El octogenario y desprestigiado líder nada dice de su dimisión, consigna máxima de los manifestantes para propiciar un nuevo Estado, Estado por el cual han pasado sin titubeos a la ofensiva.

Los manifestantes no temen al toque de queda ni a las decenas de miles de policías y soldados que arremeten sanguinariamente contra ellos. El cierre de los medios de comunicación, como Al-Jazeera, y el bloqueo de internet no han hecho sino avivar la rebeldía de los egipcios, quienes convirtieron en llamas la sede del partido político de Mubarak y, muy pronto, al igual que el oscuro régimen que representa, lo reducirán a cenizas.

  1. CONCLUSIONES

“Todos los regímenes árabes han entrado en una misma fase de degeneración, en una crisis aguda de legitimidad. Sus dirigentes han sido despojados de su bien más precioso: la iniciativa política. Esta iniciativa pasó a la calle. Y, peor aún, ahora está en el bando contrario”, señalan acertadamente los politólogos franco-egipcios Bahgat Elnadi y Adel Rifaat. [5]

Si bien ningún régimen árabe es idéntico a otro, las señales de su decadencia han llegado a los oídos de sus pueblos que, siguiendo el ejemplo de Túnez, se han decidido por la senda de la libertad y la dignidad, derechos conculcados por unas rancias élites vendepatria que ven con nostalgia como el pueblo se ha arrancado el yugo y ha optado por la senda de la rebelión.

Jordania se une al descontento. Los partidos políticos progresistas, los sindicatos y organizaciones de masas aplauden y apoyan estos justificados levantamientos. Sin afanes, midiendo cada paso, cuantificando las fuerzas propias y enemigas, calculando el estado de ánimo de propios y ajenos, sustituyendo rápidamente la táctica de acuerdo con la necesidad, concentrando los golpes en el blanco principal, y atendiendo la realidad internacional, se podrán coronar con éxito estas proezas. Los aventurerismos, oportunismos y caudillismos no harán sino entorpecer estos procesos y deberán ser severamente reprochados.

"Tenemos que confiar en nuestras fuerzas para acabar con la Cosa Nostra, la mafia que nos gobierna, porque al final abandonarán el país", sentencia el profesor de inglés, Ahmed Maarufi.[6] Las fuerzas populares, como siempre, en su debido momento, eclipsarán, por medio de su titánica fortaleza, a la tiranía en pos de la conquista de un nuevo porvenir.

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