Aunque la medida evitará la paralización por periodos prolongados como el anterior, el desajuste en términos sociales es preocupante.
"Los sucesos recientes que son de conocimiento público, convirtieron el corte manual de caña en Colombia en el más caro del mundo occidental. Esta circunstancia nos obliga a mecanizar, no obstante que tiene un costo social alto".
Las palabras son de Bernardo Quintero Balcázar, presidente del ingenio Riopaila-Casti-lla, quien además añadió que será un proceso gradual que se tomará varios años en ser implementado en su totalidad.
Por su parte, Harold Eder, presidente corporativo de Inversiones Manuelita, informó que el ingenio inició la mecanización del corte en el año 1990 en un proceso gradual para proteger el empleo.
"Solo se han reemplazado los corteros en la medida en que se han retirado o pensionado. Actualmente el corte está mecanizado en un 45 por ciento y se planea continuar con un proceso gradual", concluyó Eder.
De otra parte, el gremio azucarero Asocaña, informó que la mecanización venía haciéndose a un ritmo del 10 por ciento anual, pero debido al paro de corteros, los ingenios estudian incrementarlo.
"Esta dependerá de las opciones que puedan darse para que los corteros tengan otras alternativas de trabajo, por lo cual actualmente analizan el mercado laboral de las áreas de influencia de los ingenios", concluyó el gremio.
Por lo anterior, en pocos años, en las 2.059 haciendas sembradas con 202.000 hectáreas de caña en Colombia, materia prima de los 13 ingenios del país, serán invadidas por máquinas que requieren apenas de dos operarios y de otros dos que acopian el producto en los trenes cañeros.
Adiós a los corteros
Así, los empresarios consultados dejaron entrever que el cultivo de la caña azucarera en Colombia le dirá adiós al trabajo de los corteros, sin duda, uno de los oficios más inhumanos y que exige el mayor esfuerzo físico de los trabajadores.
Este se hace bajo condiciones como pleno sol a las espaldas y protegiéndose las piernas para evitar accidentes con el machete, lo mismo que guantes y camisas de manga larga para evitar los cortes que ocasionan el roce de las hojas de la caña.
Como si fuera poco, en muchos lugares del país, como Arauca, durante su jornada laboral los corteros mastican chamú, un concentrado de nicotina extraído de las hojas del tabaco; este no se ingiere, sólo se mastica con el fin de espantar a las serpientes que pululan en la espesura de los cañaduzales.
Vale la pena anotar que para cortar 10 toneladas de caña son necesarios 9.700 golpes de machete, a un promedio de 1.000 golpes por tonelada e igual número de flexiones del cuerpo, tanto de las piernas, del brazo que no corta y del tronco.
Sin embargo, en medio de las difíciles condiciones en las que se trabaja, quienes se dedican al oficio no tienen otras opciones, y el pago que para los empresarios es un costo alto y no competitivo, para los trabajadores resulta poco frente al desgaste físico que demanda la labor; es decir, no hay salario, por alto que sea, que compense esta labor.
El anuncio de la mecanización no ha sido bien recibido por los corteros, pues es considerado en Colombia como el desplazamiento obligatorio de la mano de obra y, por ende, el desempleo al que se verán abocados de 9.732 corteros que trabajan a través de 102 cooperativas de trabajo asociado.
A la misma condición se verían otros 485 que son empleados directos, 726 que tiene contrato sindical y 1.524 que son contratistas.
Sector busca modernizarse
Según un estudio del área económica de la Asociación de Cultivadores de Caña de Azúcar de Colombia (Asocaña), por razones sociales el país se ha quedado atrás en la mecanización del corte, pues apenas el 10 por ciento de la cosecha se hace de forma mecánica. En Perú y Ecuador es de la misma proporción.
Con mayores índices de mecanización están México con el 16 por ciento, Brasil con 36 y Argentina con 65 por ciento de la cosecha; el ciento por ciento de la actividad se lleva a cabo en Australia, en los países de la Unión Europea y en los Estados Unidos.
El informe del gremio concluye que la baja mecanización del cultivo en Colombia implica mayores costos de mano de obra de la cosecha, mientras la producción y los precios se han reducido.
Juan Carlos Domínguez / Redacción de Economía y Negocios
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