Colombia
Madre revela detalles de la violación de su hija
Por GONZALO GUILLEN y GERARDO REYES/ El Nuevo Herald
MELGAR, Colombia
Olga Lucía Castillo nunca pudo llevar a la justicia a los hombres que la violaron en Bogotá cuando estaba embarazada de su hija. Doce años después, está dando la batalla de su vida para que sean enjuiciados el militar estadounidense y el contratista de origen mexicano que, según ella, violaron a su hija en la base militar de Melgar.
La mayor de sus dos hijas, ahora de 14 años, fue abusada sexualmente en una base militar de esta ciudad, a 100 kilómetros al occidente de Bogotá en agosto del 2007, de acuerdo con una denuncia criminal presentada por Castillo ante la fiscalía colombiana.
Los denunciados son el sargento estadounidense Michael Coen y el contratista de origen mexicano César Ruiz, a quienes la fiscalía les libró orden de captura basándose en testimonios.
No existen pruebas forense que los comprometan pero la investigación no pudo avanzar porque ambos fueron sacados del país. Gozaban de inmunidad, según acuerdos de Colombia con Estados Unidos.
Esta vez Castillo no quiere que el crimen quede en la impunidad como ocurrió en su caso. Su marido la dejó por haberse dejado violar, recordó con amargura. Siente rabia e indignación.
"Yo no voy a descansar hasta que se haga justicia, esto debe tener un castigo’’, dijo Castillo a El Nuevo Herald durante una larga entrevista en Melgar.
Castillo, vendedora de artesanías, afirmó que ha hecho todo lo que está a su alcance para que avance el proceso, pero se siente frustrada porque no ha habido ningún resultado de todos sus esfuerzos.
Además de presionar para que avance el proceso de su denuncia, protestó infructuosamente ante la embajada de Estados Unidos en Bogotá para exigir información sobre los resultados de la investigación e intentó explicar su caso en un debate en el Congreso el mes pasado.
Dos mujeres congresistas se opusieron a su intervención argumentando que no iban a permitir descripciones "pornográficas’’ y violatorias de la intimidad en pleno Congreso. La embajada no permitió su ingreso a la sede diplomática ni le dio explicaciones del estado de la investigación criminal en Estados Unidos.
El jueves, Castillo supo que los estadounidenses no tienen cuentan pendientes con la justicia en este país. De acuerdo con la embajada de Estados Unidos, la investigación podría reabrirse si se encuentran nuevas pruebas.
"La justicia se ha burlado de mí'', dijo Castillo. "Lo que Estados Unidos quería era que yo desistiera de la demanda para que no los siguieran juzgando. Yo lo que quiero es reparacion, justicia y verdad''.
En el Comando de Investigaciones del Ejército de Estados Unidos, el caso fue concluido pero está pendiente de "trámites administrativos'', según informó el vocero de esa dependencia, Chris Grey.
En un mensaje enviado el jueves a El Nuevo Herald, Grey aclaró que no se trata de "trámites investigativos'' ni de práctica de pruebas, como informó inicialmente estediario, sino que podría ser algo como "archivar un folio correctamente''.
Temerosa de las represalias que podían tomar los estadounidenses por su denuncia, presentada en septiembre del 2007, Castillo abandonó Melgar, donde vendía artesanías y ahora vive en un paupérrimo inquilinato al sur de Bogotá, durmiendo en un colchón que comparte con su hija menor, de 12 años. Está preocupada, dijo, porque la niña que fue víctima de la agresión sexual se ha entregado al alcohol y no tiene mayor control de ella por cuanto está viviendo en casa de una amiga.
A los pocos días de la violación, la menor intentó suicidarse lanzándose a una calle transitada. Una pariente lo impidió. La vida de la niña cambió en la noche del domingo 26 de agosto del 2007.
Esa noche las ventas estaban flojas en la plaza de Melgar, una cálida ciudad turística al occidente de Bogotá, y Castillo le pidió a sus dos hijas que fueran a otro sector cercano, conocido como la zona rosa, para verificar si había más público y tender allí su puesto móvil de aretes, anillos y pulseras.
Las niñas se fueron con una compañera y, según el recuento de Castillo, una de ellas pidió permiso para usar el baño de la discoteca As de Corazones.
Una descripción similiar a la que prosigue fue hecha por Castillo ante la fiscalía colombiana en su denuncia.
Al ingresar a la discoteca la menor fue abordada por Coen quien le ofreció una gaseosa. Ella la aceptó, pero después Ruiz le dio un vaso "con un líquido amarillo’’.
"Ella le dijo que no, que no podía tomar porque era menor de edad, y [Coen] le decía que se lo tomara que se lo tomara'', afirmó Castillo. "Cuando ella se lo tomó dice que no era dueña de sí misma y que la cogieron del brazo y la llevaron donde ellos estaban’’.
Los investigadores colombianos trabajaron en una pista que indicaba que cuando la niña entró a la discoteca en busca del baño fue interceptada por adultos colombianos dedicados al negocio de proveer mujeres y drogas a los estadounidenses de la cercana base militar de Tolemaida.
En el grupo estaba otra menor de edad, conocida con el apodo de Yogurt. El Nuevo Herald estableció que la fiscalía no ha tomado medidas para investigar a la supuesta banda que intermedió.
Del As de Corazones, Coen y Ruiz llevaron a la menor a Ibiza, un bar contiguo, y luego la subieron en una camioneta de vidrios oscuros con placa CTU-046 en la que fue transportada hasta la cercana base de la Fuerza Aérea de Colombia (FAC).
"Allí procedieron a violarla’’, aseguró Castillo.
La niña le contó a su madre que, al día siguiente, cuando intentó salir se dio cuenta de que la habían dejado con llave en un apartamento de la base aérea Germán Olano de la FAC, a 100 kilómetros al occidente de Bogotá.
Agregó que más tarde Ruiz la sacó de allí y alrededor de las 10 de la mañana la dejó frente a la Iglesia de San Francisco de Asís, muy cerca a la plaza principal de Melgar.
Cuando la menor se presentó en la casa, "estaba despelucada, como si la hubieran revolcado en un pastizal y no hablaba'', recordó Castillo.
La madre admitió que esa mañana golpeó a la niña con un palo como castigo por haberse ido sin permiso y la bañó en la ducha. Poco a poco la niña le fue relatando lo que había ocurrido esa noche.
Castillo, de 36 años, se dio a la tarea de buscar a los hombres. Una semana después de los hechos su hija los identificó cuando se desplazaban por una calle de Melgar en la misma camioneta en la que fue llevada a la zona militar.
La madre declaró a la fiscalía colombiana que confrontó a uno de ellos, rubio, de ojos azules, y le recriminó por la violación de su hija golpeándolo con sus puños en el pecho.
"El me decía: ‘Yo no saber nada, no saber nada' '', dijo Castillo.
Al lado de Coen iba Ruiz, quien la agredió verbalmente, agregó.
"El señor que hablaba mexicano [Ruiz] me dijo: ‘Sí, nosotros la violamos y qué y ahora qué, ¿quién la manda ser tan perra y tan p. . . de tener a una hija así?", afirmó Castillo.
Cuando Castillo dijo que los demandaría, Ruiz le respondió que lo hiciera pues la justicia no podría hacer nada porque ellos tienen inmunidad.
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