Presionado por las necesidades electorales y ante el creciente descontento con las guerras, Obama adelantó el retiro de las “fuerzas de combate” de Irak, cuya última unidad salió a través de la frontera de Kuwait. Este retiro anunciado con bombos y platillos por la prensa mundial no es más que una cortina de humo que pretende restarle importancia a que en Irak quedan un poco menos de 50.000 soldados estadounidenses instalados en 94 bases militares, conformando una tenaza que muestra los dientes todos los días para obligar al gobierno iraquí a cumplir con sumisión su papel de administrador colonial.
La otra cara de la moneda es el aumento sustancial de 7.000 nuevos mercenarios contratados por las corporaciones privadas de la guerra y el de 2.400 funcionarios del Departamento de Estado que se instalarán en el búnker de la zona verde donde se encuentran las instalaciones de la embajada gringa para continuar la coadministración del país. Con los primeros se llega a la descomunal cifra de 70.000 mercenarios involucrados en la guerra de Irak, encargados de tareas que van desde la vigilancia de las instalaciones claves, pasando por los interrogatorios a los ciudadanos presos que incluyen métodos de tortura de los cuales no se hace responsable el gobierno norteamericano, hasta tareas de combate.
Por otra parte, los objetivos que le fueron asignadas a la guarnición dejada para mantener la ocupación del país son muy reveladoras de su fin último. Estas tropas deberán “desarrollar actividades contra el terrorismo”, adelantar tareas de reconstrucción en las provincias y entrenar las fuerzas de seguridad iraquíes. Para el primero de estos las tareas de combate serán realizadas conjuntamente con las fuerzas iraquíes. Por lo tanto, es falso que la última unidad de combate haya salido del territorio.
¿En qué situación queda Irak después de este falso retiro norteamericano? La desoladora realidad después de siete años de guerra de ocupación, de haber gastado 1 billón 100.000 millones de dólares, de haber asesinado a 1 millón 370.000 iraquíes, de haber desplazado a 3 millones que tuvieron que mudarse o exiliarse y de haber sacrificado 4.734 de sus soldados, es apabullante. Según la BBC hay un 60% de desempleo. Además, el 50% de la población no tiene acceso a agua potable, el 80% vive sin alcantarillado, el 70% carece de acceso a servicios de salud, el 70% no tiene acceso a la educación, y el 53% tiene que vivir en chabolas improvisadas sin acceso a los servicios públicos. Es decir, que el arrasamiento de la economía en Irak fue completado a conciencia.
Los objetivos de esta guerra de agresión en 2003 fueron el derrocamiento de Hussein, la destrucción del partido baatista en el poder y la conversión de Irak en una neocolonia de Estados Unidos. Sus principales activos, especialmente las segundas reservas de petróleo del mundo, deberían pasar a control de las corporaciones occidentales, verdadero objetivo último del ataque en el cual se coludieron Estados Unidos y sus socios europeos. Las empresas públicas fueron privatizadas y los iraquíes sometidos al vendaval arrasador del libre comercio.
El cumplimiento de estas metas sin embargo lo mantendrá atrapado en Irak. En primer lugar, porque las profundas contradicciones étnicas, religiosas y políticas que atraviesan este país no les ha permitido conformar un gobierno estable seis meses después de que las elecciones se realizaran el 7 de marzo pasado. En segundo lugar, porque si se produce el retiro real de todas las tropas a finales de 2011 como está programado, el peligro, desde el punto de vista norteamericano, de que Irán influya decisivamente en Irak a través de la mayoría chiíta, a la cual respaldó históricamente contra la persecución de Hussein, es un factor real inaceptable para las fuerzas de ocupación, que verían paradójicamente que su aventura militar habría coronado a los iraníes como el más influyente poder en el Golfo Pérsico. En tercer lugar, porque las demás minorías sienten que quedarían inermes frente al poderío chiíta si no tienen la sombrilla protectora de los estadounidenses. En cuarto lugar, porque el predominio mundial de Estados Unidos depende de su control de las riquezas petroleras y mineras de Asia Central y sin la utilización de bases permanentes en Irak su posición se debilitaría.
Pero, por último, y esto es lo más peligroso, porque su retiro puede desatar fuerzas nacionalistas multiétnicas que podrían rescatar la economía iraquí del desastre en que la ha sumido la ocupación norteamericana y sus políticas colonialistas de privatizaciones, favorecimientos a sus empresas multinacionales y libre comercio.
0 comentarios:
Publicar un comentario