07/08/2008
Uno: Es necesario construir una nueva cultura universitaria que rompa con los esquemas de centrar su misión en satisfacer los apetitos autocráticos y personalistas del administrador o los corporativistas y economicistas del profesor, dejando al verdadero protagonista, el sujeto que aprende, al margen de la esencia de la misma universidad.
Se ha dicho hasta la saciedad que el estudiante es el principal actor del aprendizaje. Se ha practicado hasta la saciedad todo lo contrario. Es hora de pasar de los planteamientos demagógicos a los planteamientos pedagógicos.
Dos: En un sistema autoritario impuesto o auto-impuesto, es más fácil adoptar decisiones, especialmente en un medio como el universitario en el que cada miembro cree tener su propia verdad. Ese mismo hecho hace que la decisión se adopte pero nunca llega a ejecutarse a plenitud. Por eso, cualquier reforma educativa está condenada al fracaso si la mayoría de sus actores no son los protagonistas de esas reformas y no están convencidos de ellas.
Tres: El ejercicio de la autoridad en la universidad requiere un diálogo dialéctico que fluya en un plano tridimensional como la vida misma, de abajo arriba, de arriba abajo y de un lado al otro.
Es, por tanto, una relación esférica y no circular. Es un sistema de múltiples entradas y salidas que sólo puede medirse con instrumentos capaces de detectar el volumen, y no simplemente la longitud. Mientras la mayoría de las empresas no educativas se mueve en procesos lineales, newtonianos y de predicción, la "empresa" educativa está asociada a esquemas einstenianos, relativos, de incertidumbre y, por tanto, se mueve en procesos complejos.
Cuatro: La autoridad de gobernar se gana gracias a la existencia de grados de participación y cooperación en la adopción de las decisiones, pero también exige de sus miembros alto grado de competencia en el ejercicio de sus funciones y compartir una educación para la participación.
De este modo, no tiene sentido disertar en la universidad acerca de los comportamientos democráticos si no se ejerce en su seno una cultura democrática, ni estudiar tratados éticos si se gobierna con un sentido eminentemente utilitario y personal, ni hacer demostraciones sobre las exigencias de la empresa moderna para trabajar participativamente y en equipo si en la propia universidad se practica el individualismo y las decisiones autoritarias. Estas discrepancias son el primer eslabón para producir disonancias cognoscitivas en los estudiantes, al inducir unas enseñanzas teóricas que en nada se relacionan con la práctica de la propia institución.
Cinco: Reformar, no es un acto coyuntural ni una actividad intermitente; es un proceso continuo, sin final. Para estar siempre en el mismo lugar no se puede parar el movimiento, por cuanto uno se quedaría atrás. Esta función dinámica de la vida requiere de organizaciones sociales que no se queden rezagadas. La universidad debe estar en vanguardia y desarrollar la capacidad de anticipación para corresponder a la confianza y a los privilegios que le ha otorgado la sociedad, como vigía y brújula de su progreso y bienestar. Una universidad requiere contar con visión de largo alcance, ser incubadora de innovaciones e instigadora de la creatividad.
Seis: El Estatuto General de la Universidad Popular del Cesar es una colcha de retazos, un rompecabezas o conjunto de piezas dispersas que por más que se haga un esfuerzo monumental para darles sucesión de continuidad ya no es posible armar con ellas una figura coherente.
Si esas son las condiciones de la norma de normas en la UPC, un caso similar ocurre con su reglamentación (estudiantil, profesoral, bienestar universitario, etc.) La expedición de un nuevo Estatuto General, blindado contra cualquier pretensión acomodaticia es una tarea inaplazable que sólo la puede avocar con éxito una Constituyente Universitaria.
0 comentarios:
Publicar un comentario