Por VLADIMIR FLÓREZ
RESULTA curioso que a Fabio Valencia Cossio se le hubiera olvidado que él promovió hace 20 años un debate contra el entonces ministro de Justicia, José Manuel Arias Carrizosa, quien a la postre renunció por haber vendido el cupo de un carro diplomático, que después fue a parar a manos de un mafioso. Según aquel Valencia Cossio, quien presidiera esa cartera no podía despertar la menor sospecha o duda sobre su conducta, sino que debía ser alguien intachable.
Resulta curioso que el presidente Álvaro Uribe salga a desempolvar supuestas faltas éticas de sus antiguos compañeros de filas en la política, junto a los cuales no tuvo reparo en trabajar para respaldar, por ejemplo, la campaña electoral de Horacio Serpa, en 1998.
Resulta curioso que el Álvaro Uribe presidente se contradiga con el Álvaro Uribe senador, que a finales de 1992 promovía reuniones con la familia de Pablo Escobar, dizque para “buscar un mecanismo que le ofreciera la seguridad requerida para someterse a las autoridades”. En esa época no sólo lo tenía sin cuidado que estuviera prohibida la extradición, sino que, además, apadrinaba estos encuentros “por iniciativa propia, sin previa consulta con el gobierno nacional”, tal como lo reconocía el propio Uribe en un comunicado.
Resulta curioso que el Mandatario la emprenda contra Daniel Coronell por respetar un pacto de confidencialidad con una fuente periodística, pero que él mismo no sea capaz de denunciar a personajes involucrados en supuestos complots en su contra, como en el caso de Rafael Pardo. Si, como dice Uribe, “el periodista no tiene licencia para ser cómplice del delincuente ni para ocultar el delito”, ¿un presidente sí?
Resulta curioso que la primera autoridad del país se atreva a hablar de manipulación y “tráfico de testigos”, luego del caso ‘Tasmania’, en el cual fue el gobierno el que usó un falso testimonio para tratar de quitarle credibilidad y deslegitimar al magistrado auxiliar Iván Velásquez.
Resulta curioso que un Presidente de la República no sólo les abra las puertas a emisarios de la mafia que quieran enlodar a la Corte Suprema de Justicia sino que, además, lo justifique aduciendo la preservación del orden público. Después no pregunten por qué The New York Times dice que Uribe “ha mostrado muy poco respeto por las instituciones de la democracia colombiana”.
Resulta curioso, finalmente, que en medio de tanto escándalo y con el inquilino de la ‘Casa de Nari’ contra las cuerdas, los furibistas de a pie se busquen pretextos ridículos para evadir cualquier discusión acerca de los líos del ‘Presi’. “Yo no sé de qué me habla” o “no he tenido tiempo de leer la prensa” son algunas de las frases que en estos días se les oye decir con tal de no encarar la realidad. Es entendible que deben sentir, si no rabia, algo de vergüenza por hacer parte de ese 84% que prefiere mirar para otro lado en las vergonzosas circunstancias que atraviesa el país. La verdad es que a mí también me daría pena.
EL NUEVO SIGLO
RESULTA curioso que a Fabio Valencia Cossio se le hubiera olvidado que él promovió hace 20 años un debate contra el entonces ministro de Justicia, José Manuel Arias Carrizosa, quien a la postre renunció por haber vendido el cupo de un carro diplomático, que después fue a parar a manos de un mafioso. Según aquel Valencia Cossio, quien presidiera esa cartera no podía despertar la menor sospecha o duda sobre su conducta, sino que debía ser alguien intachable.
Resulta curioso que el presidente Álvaro Uribe salga a desempolvar supuestas faltas éticas de sus antiguos compañeros de filas en la política, junto a los cuales no tuvo reparo en trabajar para respaldar, por ejemplo, la campaña electoral de Horacio Serpa, en 1998.
Resulta curioso que el Álvaro Uribe presidente se contradiga con el Álvaro Uribe senador, que a finales de 1992 promovía reuniones con la familia de Pablo Escobar, dizque para “buscar un mecanismo que le ofreciera la seguridad requerida para someterse a las autoridades”. En esa época no sólo lo tenía sin cuidado que estuviera prohibida la extradición, sino que, además, apadrinaba estos encuentros “por iniciativa propia, sin previa consulta con el gobierno nacional”, tal como lo reconocía el propio Uribe en un comunicado.
Resulta curioso que el Mandatario la emprenda contra Daniel Coronell por respetar un pacto de confidencialidad con una fuente periodística, pero que él mismo no sea capaz de denunciar a personajes involucrados en supuestos complots en su contra, como en el caso de Rafael Pardo. Si, como dice Uribe, “el periodista no tiene licencia para ser cómplice del delincuente ni para ocultar el delito”, ¿un presidente sí?
Resulta curioso que la primera autoridad del país se atreva a hablar de manipulación y “tráfico de testigos”, luego del caso ‘Tasmania’, en el cual fue el gobierno el que usó un falso testimonio para tratar de quitarle credibilidad y deslegitimar al magistrado auxiliar Iván Velásquez.
Resulta curioso que un Presidente de la República no sólo les abra las puertas a emisarios de la mafia que quieran enlodar a la Corte Suprema de Justicia sino que, además, lo justifique aduciendo la preservación del orden público. Después no pregunten por qué The New York Times dice que Uribe “ha mostrado muy poco respeto por las instituciones de la democracia colombiana”.
Resulta curioso, finalmente, que en medio de tanto escándalo y con el inquilino de la ‘Casa de Nari’ contra las cuerdas, los furibistas de a pie se busquen pretextos ridículos para evadir cualquier discusión acerca de los líos del ‘Presi’. “Yo no sé de qué me habla” o “no he tenido tiempo de leer la prensa” son algunas de las frases que en estos días se les oye decir con tal de no encarar la realidad. Es entendible que deben sentir, si no rabia, algo de vergüenza por hacer parte de ese 84% que prefiere mirar para otro lado en las vergonzosas circunstancias que atraviesa el país. La verdad es que a mí también me daría pena.
EL NUEVO SIGLO
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