Guachafita no es terrorismo

ELESPECTADOR.COM


Daniel García-Peña | 20 Octubre 2009 - 9:09pm

Por: Elespectador.com
“SECUESTRADO EL RECTOR DE LA Universidad Nacional”. Así empezó la película. De inmediato, el presidente Uribe puso en marcha un operativo para personalmente dirigir el rescate. Ya tenía en su cabeza el plan de “cerrarle el círculo” a los terroristas, como luego se lo explicaría a los medios.

Todo estaba ¡Perfecto!: la Operación Jaque II, liderada por él, sin Juan Manuel de por medio. Antes, le habían frustrado la recuperación militar del Caguán; ahora, podía comandar la retoma de la Plaza del Che. Ordenó, por encima de las autoridades distritales y atropellando la autonomía universitaria, la entrada de la Fuerza Pública a la Universidad Nacional.

Pero cuando finalmente llegó con sus tropas, ya el asunto se había resuelto. La mediación de unos profesores había superado el impasse y el rector se encontraba sano y salvo. Las malas lenguas hablaban de dilaciones en las negociaciones, para darle tiempito a que llegara Uribe. Una vez más, los amigos del diálogo habían frustrado todo.

La película de todas maneras continuó. El comandante de la Policía Metropolitana de Bogotá no descartó que detrás del hecho estuviera involucrado “algún integrante de la guerrilla de las Farc” y el subdirector de la Policía Nacional ofreció $50 millones para quienes permitan “capturar e identificar a los autores materiales de este delito y nos permita conocer los alcances tenebrosos de esta acción”.

Cualquiera que vio las imágenes por televisión o le siguió la pista a lo que realmente sucedió, pudo detectar desorden, despelote, confusión, caos, es decir, guachafita, pero no concierto para delinquir. Lo que se percataba era una actitud espontánea, medio juguetona, medio en serio, eso sí, con una fuerte dosis de indignación, pero nada que indicara “intento de homicidio”, como lo calificó Uribe.

Es cierto que la guachafita a veces se degenera en tropel. También lo es que las formas que tradicionalmente han utilizado los estudiantes para expresar su descontento no han sido efectivas en lograr sus metas y más bien refuerzan el estereotipo negativo de revoltosos y tirapiedras.

Pero eso no justifica la grotesca tergiversación de los hechos para criminalizar la protesta; un derecho legítimo de los ciudadanos en una democracia, mucho más cuando se trata de causas justas.

Lo que piden no es que los escuchen sino escuchar al rector. Pelean no por un interés particular sino por un bien común, la universidad pública. Tienen razón cuando afirman que el Sistema Universitario Estatal peligra por la crisis estructural de sus finanzas.

La guachafita constituye desde hace décadas una forma legítima de protesta. Si no, pregúntenle a los rectores de Berkeley y Columbia en los años sesenta. Obró de manera más inteligente, en su momento, un rector llamado Antanas Mockus que la supo acallar y entablar un diálogo de símbolos, bajándose los pantalones, que el actual quien parece tenerle miedo a tratar con los estudiantes.

En la estrecha mente del furibismo no se acepta ni una camiseta de protesta en MTV. Pero sí se califica una guachafita como delito capital, lo cual realmente es terrorismo.

danielgarciapena@hotmail.com

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