Uribe se deja empujar

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  EDITORIAL

El presidente colombiano se niega a revelar sus intenciones si el tribunal avala un tercer mandato

07/01/2010
El presidente colombiano Álvaro Uribe sería el Hitchcock latinoamericano, maestro del suspense, si no estuviera jugando con su eventual reelección a un tercer mandato, para el que aún tendría, sin embargo, que ganar un referéndum que le permitiera retocar la Constitución. En sus últimas declaraciones se ha encomendado al Altísimo, al pueblo y a la Corte Constitucional, de quienes dice que depende su presentación a las elecciones de mayo. Pero de la triple invocación, a la que hay que hacer plena confianza es a la del tribunal, porque sin su consentimiento -que se espera desde hace meses- no caben consulta ni candidatura.

La situación sigue, con todo, calentándose en lo que ya es verdadera precampaña, ante la que se perfilan dos escuelas. La que sostiene que los recientes atentados de las FARC, con el brutal asesinato del gobernador de la provincia del Caquetá, Luis Francisco Cuéllar, prueban que la política de seguridad democrática es incapaz de acabar con la guerrilla -en realidad, un hatajo de bandoleros y terroristas-, y la que, por el contrario, porfía con que hace falta una tercera oportunidad para que Uribe saje definitivamente ese absceso de la democracia colombiana. Y a la vista de los altísimos índices de popularidad presidencial, cabe poca duda de que la segunda es mayoritaria.

Igualmente, la verborragia del vecino de al lado, el presidente venezolano, Hugo Chávez, secunda para conjurar problemas de política interior esa preferencia, con sus acusaciones de que Estados Unidos va a atacar a su país desde bases colombianas e islas holandesas del Caribe, razón por la que mete también en el ajo a un país que desde que perdió Indonesia en 1949 no ha querido oír hablar de aventuras militares.

Son cada día más las voces nacionales e internacionales que piden al presidente que adelante su compromiso de no presentarse a un tercer mandato aunque la sentencia del tribunal lo autorice: que se contente con ocho años de éxitos en la lucha contra la subversión, pero de profunda atonía en lo social. Un tercer Uribe es, además de inapropiado (que la ley por él impulsada le sea aplicada), innecesario. Sucesores los hay en casa y en la oposición, pero, sobre todo, Colombia precisa otros aires. El mejor y más democrático servicio que puede prestar hoy a la nación es tomarse un merecido descanso.

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