Imelda Daza Cotes
18/10/2009
De poco sirve negar la gravedad y complejidad de los problemas de Colombia cuando los hechos, las noticias y los comentarios que ellos generan trascienden las fronteras del país. Cómo negar que hay un conflicto interno que es básicamente un conflicto político pero que, sin embargo, se insiste en resolverlo atizando el fuego bélico, es decir, “echándole gasolina a la candela” con 7 bases militares norteamericanas?. Cómo esconder la corrupción que, en múltiples formas y manifestaciones, ha carcomido las entrañas de la administración pública y que los dineros de todos los colombianos se reparten, con el nombre de AIS, en clandestinas piñatas, entre los amigotes del gobierno?. Cómo ocultar los crímenes eufemísticamente llamados “falsos positivos” que con premeditación y alevosía cometen, contra jóvenes inocentes, los encargados dizque de proteger la vida, honra y bienes de los colombianos? Cómo disimular la inmoralidad que afecta los procesos electorales? Cómo mimetizar el cinismo de los funcionarios públicos que sin el menor pudor trafican con sus cargos y posiciones para beneficio propio, de sus familiares y allegados al gobierno? Cómo tapar la ineficiencia de un sistema y de un país donde el respeto de los derechos de muchos ciudadanos se logra a punta de tutelas? Y qué más decir sobre los males que ya son lacras sociales, la pobreza, el abandono de la niñez, la insalubridad, la concentración de la riqueza y de la propiedad, el desempleo, el desgreño administrativo y la desesperanza de la juventud; todo esto después de medio siglo de guerra interna, de violencia feroz, de masacres, de genocidios como el de la UP, de asesinatos y más asesinatos.
Colombia es considerado, junto con Irak, el Medio Oriente, Afganistán, Pakistán, Somalia y Sudán, un “Caso Especial” es decir, objeto de estudio y análisis por parte de estudiantes de Ciencias Humanas en las universidades europeas. En este continente donde se “inventaron” todas las guerras y donde primero se desarrolló la industria de las armas hay preocupación por Colombia. Bien saben los estudiosos europeos lo que implica la prolongación de este tipo de conflictos. Su propia historia les dejó enseñanzas suficientes y de ellos debemos aprender que sólo la movilización ciudadana puede cambiar el rumbo de nuestra historia
Para la mayoría de los colombianos resulta difícil aceptar esa radiografía de su país. Ante la impotencia y el no saber qué hacer, el escepticismo es un buen refugio, pero equivale al autoengaño y genera parálisis ciudadana, tan peligrosos como los males mismos.
Por difícil y compleja que sea nuestra realidad la superación de la crisis actual empezará cuando la ciudadanía organizada opte por la Movilización y por la PROTESTA CIUDADANA decidida y enérgica, como un recurso para exigir y promover el cambio de rumbo en el manejo del país y cuando haga de la RESISTENCIA CIVIL su forma de lucha política y pacífica
Los jóvenes empiezan a reaccionar y el movimiento estudiantil como expresión de la angustia y del malestar profundo que sufre la sociedad se convierte en su caja de resonancia. Los universitarios reivindicaron su derecho a una mejor educación y protestaron contra la violencia oficial, la corrupción, la crisis económica, el desempleo y la falta de recursos para las universidades. La protesta estudiantil es una forma de hacer política por el único medio con que cuenta este grupo desprovisto de poder y está en sintonía con la urgencia de los cambios y transformaciones que demanda Colombia. Estas protestas deberían constituirse en un embrión de un movimiento popular más amplio que envuelva y comprometa a más sectores y al movimiento social en general.
La respuesta del gobierno fue, como ya es usual, la criminalización de la lucha estudiantil, la represión y las amenazas de enjuiciamiento. Por eso es urgente ampliar la protesta y hacerla cada vez más firme y más concurrida. La lucha por la democracia no da espera.
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