César Giraldo, Profesor Universidad Nacional, Bogotá, 14 diciembre 2008
¿Será cierta la afirmación de Armando Montenegro que "no hay finanzas (públicas) de izquierda y de derecha" (El Espectador, semana del 13 al 19 de enero del 2008, p. 12A). De acuerdo con ello se podría decir que el manejo financiero del Estado es un asunto eminentemente técnico, y por tanto poco importa la orientación ideológica de los tecnócratas que ocupan los cargos relacionados con la política económica.
Si se hace un recuento del papel de tales tecnócratas en la toma de decisiones del país en las últimas décadas, nos encontramos que tienen una responsabilidad directa en: El desmonte de la solidaridad y los beneficios en los sistemas de seguridad social, en la generalización de la tributación sobre el consumo de la población y la reducción de los impuestos directos al capital, en la absorción por parte de la sociedad (a través del presupuesto público) de las pérdidas del sistema financiero mientras que se privatizaron sus ganancias, en el recorte de las transferencias para educación y salud, en el sometimiento de las finanzas públicas a las exigencias de los acreedores del Estado. Entonces, ¿las finanzas públicas no tienen color político?.
Como bien lo recuerda Montenegro, la orientación de los gobiernos se aprecia "en las prioridades de sus gastos (que no dependen del trabajo técnico de un secretario de Hacienda sino de la línea política de un equipo de gobierno)". Las finanzas públicas son la concreción financiera de decisiones que se toman en el campo de la política.
Pero ¿cómo se toman esas decisiones?. En el caso de un municipio o el Distrito, la decisión de cuánto y cómo se gasta en salud y en educación no la toma el Alcalde (electo popularmente) sino los tecnócratas que indican los porcentajes que se deben destinar a cada rubro y la forma como deben ser asignados los subsidios, que en este caso son a la demanda.
Tampoco el gobernante elegido tiene margen suficiente para decidir cuánto es el gasto que destina para funcionamiento y para inversión, porque los tecnócratas del Ministerio de Hacienda le señalan que los porcentajes ya están definidos por unas tablas que allí se manejan. Y si no cumple tales tablas, está sujeto a un recorte de las transferencias o la pérdida de acceso a los recursos del crédito. ¿Quién está tomando la decisión política?.
En el caso de un gobierno local de izquierda ¿es concebible que el encargado de las finanzas públicas deba aplicar de manera neutral y técnica las orientaciones generales que han sido elaboradas por gobiernos nacionales de derecha?. Por ejemplo, en el caso de la salud, aceptar que la gratuidad implica el estigma de la pobreza y rechazar una salud universal para todos como un derecho social. O aceptar que las tarifas de los servicios públicos deban aumentar por encima de la inflación, y que se debe dejar sin tales servicios a quienes no tienen capacidad de pago porque se trata de un negocio privado.
Se argumenta que se necesitan personas con una alta formación económica, títulos, lo mismo que una experiencia suficiente. Cierto. Pero como saben los verdaderos economistas (no los reduccionistas que creen que la economía es macro y microecomía, y que la diferencia entre izquierda y derecha es que los primeros aceptan el déficit fiscal y los segundos no), existen diversas escuelas de pensamiento económico, como también las hay en el resto de las ciencias.
Y para cualquier decisión política que se quiera se puede invocar la escuela económica que se le acomode. A la carta. Hay escuelas para defender el aumento o la disminución del déficit fiscal, para controlar o liberar la tasa de cambio, para acudir a impuestos directos o indirectos, para financiar al Estado con emisión monetaria o sin ella. De manera que se pueden encontrar tecnócratas de todos los colores. Aquí lo importante es su posición política y su coherencia teórica.
Cuál ha sido la posición ideológica de los tecnócratas que han dominado la política económica del país en las últimas décadas, y que se creen con el derecho a seguir gobernando porque se consideran que están más allá del bien y del mal: que hay que crecer para acabar la pobreza, lo cual es considerado como una condición necesaria pero no suficiente, y que para crecer hay que abrir la economía a los capitales especulativos (que ellos denominan como apertura financiera), desmontar los derechos de los trabajadores (que denominan eliminar las rigideces en el mercado de trabajo), cobrar impuestos sobre el consumo de la población (que denominan tributación neutral), desmontar la provisión pública de los bienes sociales y la infraestructura colectiva (que ahora denominan democratización accionaria).
Es bueno que los tecnócratas que adquieran la responsabilidad del manejo de las finanzas de un gobierno local de izquierda en un contexto de un gobierno nacional de derecha, hagan explícita su afinidad ideológica con el proyecto político para el cual se comprometieron, y deslinden su campo con el de las políticas dominantes. Eso es lo democrático. Lo antidemocrático es pretender actuar como un gobierno de izquierda y ejecutar políticas de derecha.
0 comentarios:
Publicar un comentario