La UPC sacudida

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Está viva la UPC, ciertamente. Por estas calendas, ad portas unas elecciones para integrar diversas corporaciones, está caldeado el ambiente en la Universidad Popular del Cesar.

No podía ser para menos. El ejercicio de la democracia, sobre todo la electoral, suele sacudir y dinamizar a las instituciones involucradas, y la UPC no podía ser la excepción.

Como si ello fuera poco, agréguesele ahora la especie propalada de una presunta adscripción a la Universidad Nacional de Colombia. Quién dijo miedo… si algún reducto de la UPC permaneciere en sopor, está siendo sacudido por la propuesta en comento, que a más de uno le produce ampollas.

Escuchando las tantas opiniones emitidas a propósito, se observa con perplejidad que buena parte de los expositores, al menos esa minoría que osa opinar e imponer su criterio a la mayoría silenciosa, se muestra en evidente desacuerdo con la propuesta, y más bien prefieren conservarse tal cual.

Pero produce también perplejidad la uniformidad argumental, que sólo una razón esgrimen para oponerse: la UPC es nuestra, no puede perder su autonomía, no puede ser apéndice de otra, así sea la Nacional de Colombia. ‘Mejor cabeza de ratón que cola de león’.

En verdad, el argumento es pobre. (I) Porque las universidades adscritas siguen rigiéndose por la misma ley, siguen gobernándose conforme a sus propias determinaciones, conservan sus propias instancias de poder, no pierden ninguna autonomía, a menos que se refieran a la autonomía para gobernarse como hace ‘añales’ se gobierna la UPC, tomada por la politiquería, a su cabeza el propio Consejo Superior, con todos sus estragos secuénciales.

(II) Porque lo realmente importante en un centro educativo, y más de altos estudios universitarios, es la academia, que la verdadera es universal por esencia y repele el chovinismo. El desafío de la academia es aproximarse cada vez más a egresar ciudadanos profesionales competitivos del mundo, es contribuir a cerrar la brecha entre primeros y terceros mundos.

Ese es el almendrón. En el diagnóstico sincero y riguroso, ¿provee la UPC la academia necesaria, muy distinto a la graduación anual de cientos o miles de profesionales? ¿Ha logrado la UPC darse una estructura que asegure la academia? ¿Podrá dársela a pesar del inocultable poder e intromisión de fuerzas externas politiqueras?

Esos son los interrogantes por absolver. La propuesta de adscripción, que dista mucho del apendicitis con que quiere minimizarse la propuesta, no debe echarse en saco roto; ello sí garantizaría formación de academia, intercambio interinstitucional, ayudaría a bloquear la politiquería, y más la local, que ese es el comején silencioso que carcome los cimientos de la universidad, la que horada su autonomía.

El Cesar y la región necesitan y exigen robustez académica que contribuya en la construcción del nuevo hombre cesarense; ser apadrinados por una universidad del bagaje y talante de la Nacional de Colombia, es sin duda promisorio, y no habría porque temerle. Al menos, hay que propiciar el debate.

EDITORIAL

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