Eduardo Bajo
Moscú- La llegada anoche a Kiev del presidente norteamericano, George W. Bush, ha encendido los ánimos en la ya caldeada primavera ucraniana. Desde hace días, cientos de personas se concentran en la famosa Plaza de la Independencia, escenario de la Revolución Naranja, para protestar contra el flirteo del Gobierno de su presidente, Víctor Yushenko, con la Administración Bush y también contra sus consecuencias. La más inmediata será la invitación formal que la OTAN hará a la antigua república soviética para ingresar en sus filas, aunque de momento sólo se habla de la integración en el Plan de Acción Miembro (MAP), paso previo antes de considerar a un Estado como miembro de pleno derecho.
Oídos sordos
Mientras, el Gobierno ucraniano hace oídos sordos a los manifestantes, preparándose para hospedar al presidente Bush con todos los honores, consciente del paso histórico que supondría para Ucrania entrar en la OTAN. Kiev es un fortín lleno de policías y se ha recomendado a los habitantes de la capital que se abstengan de salir a la calle si no tienen un motivo importante para hacerlo. También se ha avisado a los ciudadanos para que eviten asomarse a las ventanas con objetos que parezcan armas.
Pero los manifestantes siguen apostados en el centro de Kiev con pancartas en las que rezan frases como «No a la OTAN» o «Bush, dictador», con las quieren subrayar que el paso dado por su presidente no se corresponde con los deseos de los ucranianos. Según las encuestas, sólo un 20% de la población apoyaría la entrada del país en la OTAN, mientras que el resto considera este paso como una provocación a Rusia, país al que les unen multitud de lazos y con el que no quieren ningún tipo de conflicto. El Gobierno ucraniano ya ha avisado de que entrar en la Alianza no supone ningún tipo de afrenta a sus vecinos. Y, por si acaso, ha insistido en que no alojará en su territorio bases de la OTAN, algo que está prohibido por su Constitución, ni apuntará con sus misiles a territorio ruso. Al menos eso es lo que dijo el ministro de Defensa ucraniano, Yuri Yejanúrov.
Moscú- La llegada anoche a Kiev del presidente norteamericano, George W. Bush, ha encendido los ánimos en la ya caldeada primavera ucraniana. Desde hace días, cientos de personas se concentran en la famosa Plaza de la Independencia, escenario de la Revolución Naranja, para protestar contra el flirteo del Gobierno de su presidente, Víctor Yushenko, con la Administración Bush y también contra sus consecuencias. La más inmediata será la invitación formal que la OTAN hará a la antigua república soviética para ingresar en sus filas, aunque de momento sólo se habla de la integración en el Plan de Acción Miembro (MAP), paso previo antes de considerar a un Estado como miembro de pleno derecho.
Oídos sordos
Mientras, el Gobierno ucraniano hace oídos sordos a los manifestantes, preparándose para hospedar al presidente Bush con todos los honores, consciente del paso histórico que supondría para Ucrania entrar en la OTAN. Kiev es un fortín lleno de policías y se ha recomendado a los habitantes de la capital que se abstengan de salir a la calle si no tienen un motivo importante para hacerlo. También se ha avisado a los ciudadanos para que eviten asomarse a las ventanas con objetos que parezcan armas.
Pero los manifestantes siguen apostados en el centro de Kiev con pancartas en las que rezan frases como «No a la OTAN» o «Bush, dictador», con las quieren subrayar que el paso dado por su presidente no se corresponde con los deseos de los ucranianos. Según las encuestas, sólo un 20% de la población apoyaría la entrada del país en la OTAN, mientras que el resto considera este paso como una provocación a Rusia, país al que les unen multitud de lazos y con el que no quieren ningún tipo de conflicto. El Gobierno ucraniano ya ha avisado de que entrar en la Alianza no supone ningún tipo de afrenta a sus vecinos. Y, por si acaso, ha insistido en que no alojará en su territorio bases de la OTAN, algo que está prohibido por su Constitución, ni apuntará con sus misiles a territorio ruso. Al menos eso es lo que dijo el ministro de Defensa ucraniano, Yuri Yejanúrov.
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