Visita republicana

Óscar Collazos

La visita del candidato John McCain a Colombia, más larga que las de los presidentes Clinton y Bush; las estrictas medidas de seguridad tomadas en Cartagena; su presencia en la Casa de Huéspedes Ilustres; la cobertura de la visita por medios de comunicación nacionales e internacionales; las palabras de elogio a las políticas antidrogas y "antiterrorista" del presidente Uribe permiten pensar que éste está depositando en las urnas, jugándose una carta demasiado arriesgada, un voto simbólico por el candidato republicano.

Mirada desde el otro lado de la medalla, la visita del candidato republicano es un espaldarazo al presidente Uribe, tan cerca de la política exterior de Bush, que es -casi- uno de los pocos presidentes latinoamericanos que comparten con el mandatario norteamericano la vergüenza de no haber querido aceptar que, montados en una mentira colosal, emprendieron una guerra de agresión y ocupación de la que hoy no saben salir.

Favor por favor. Las palabras del presidente anfitrión y el trato preferencial dado al visitante parecen mensajes de respuesta a la bancada demócrata que ha congelado la aprobación del TLC y ha lanzado preguntas incómodas sobre la violación de los derechos humanos por parte de fuerzas del Estado colombiano.

Pese a los ambiguos esfuerzos del gobierno Uribe para dar a entender que esta visita no excluye una próxima visita de Barak Obama -el candidato demócrata que aventaja en las encuestas a su rival McCain-, el mensaje ya está dado. El Presidente colombiano, clave en la política neoconservadora de Bush, podría ser también clave en la reafirmación latinoamericana de esa política, en caso de que McCain salga elegido.

El presidente Uribe ha aceptado que Colombia se convierta en la única cabeza de playa que le queda a Estados Unidos en el subcontinente americano. Ha confundido debido respeto con servidumbre indebida. Y aunque el Plan Colombia fuera en principio el acuerdo entre un presidente conservador y otro demócrata, presidente colombiano y candidato republicano tienen ahora muchas cosas en común. De allí el ping-pong verbal de la visita.

Esta insólita visita de campaña es también una visita de campaña para Uribe. Se produce en momentos en que éste sigue enredado en las cuerdas de la soberbia presidencialista, sin haberse sacado de encima el lodo salpicado por sus amigos del Congreso. Pero, sobre todo, en momentos en que es cuestionado por la Corte Suprema de Justicia, a la que desafía e increpa como si se tratara de partirle la cara a algún "marica" que defraudó su confianza en los salones de Palacio.

El hecho de recibir con honores desmedidos a un candidato presidencial que duplica como una clonación a quien ocupa la Casa Blanca de Washington, pone de manifiesto nuestra situación de inferioridad, aceptada con servilismo por el jefe del Estado colombiano. Nadie se imagina a un presidente de Estados Unidos recibiendo con trato preferencial a uno de los candidatos a la presidencia de nuestro país, sobre todo en época preelectoral. A duras penas lo recibiría un subsecretario regional.

Si la visita de McCain es sólo una gira que busca ganar confianza en el electorado latino, no tiene presentación que el jefe del Estado colombiano aporte su "granito de arena" a esa campaña y lo reciba con los oropeles que vimos. Si fuera una presentación previa de lo que será su política hacia Colombia, hubiera bastado un juicioso informe de nuestra embajadora en Washington, acompañado de una nota que desaconsejara la aceptación oficial de la visita.
EL TIEMPO

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