Del manejo de los ‘subsidios’

Opinión de Juan Manuel López Caballero*
Especial para Un Pasquín

El Gobierno ha defendido en su retórica un modelo supuestamente ‘no asistencialista’, que rechaza los subsidios, y que debe evitar cualquier distorsión en contra de la ‘libre competencia’.
La realidad contradice mucho de tal presentación, pero no parece ser porque se haya optado por renunciar a él.

Las relaciones naturales en cualquier comunidad hacen que haya grupos de individuos que se encuentran en condiciones desfavorables ante otros que se benefician del orden existente. Lo que los exégetas de ese modelo llaman despectivamente ‘asistencialismo’ es la ayuda que se les da a esas personas con capacidad inferior de competencia para así compensar esas desigualdades y permitirles sobrevivir en condiciones si no de igualdad por lo menos sí dignas; con ello se busca la igualdad de oportunidades, o, por lo menos que no queden elementos marginados y subalternos en una sociedad.

No es eso lo que está sucediendo aquí.

La exoneración de impuestos a ciertos sectores privilegiados ya ha sido reiteradamente denunciada (y en todos los estudios se ha recomendado desaparecerlas por ineficientes e inequitativas).

Ahora, con la situación producida por la revaluación del peso, el Presidente o sus Ministros presentan como ‘esfuerzo del ejecutivo’ los ‘auxilios’ que están dando a ciertos sectores para superar la crisis. Pero los subsidios o ‘ayudas’ que hoy el gobierno reparte a manos llenas no se insertan dentro del propósito de subsanar las deficiencias de un modelo sino en el de reforzar su característica principal, en este caso el culto de la personalidad y el autoritarismo.

Dos ejemplos parecen claros:
En el caso de la revaluación del peso, con los recursos que se destinan a cubrir las pérdidas que esta produce a los exportadores no se busca corregir ese fenómeno sino aceptarlo y respaldarlo; en la medida que selectivamente se privilegia a un sector (y dentro de él a pocos individuos) es inequitativo además de nocivo; pero sí logra el objetivo de que dependa de una decisión presidencial a dedo quien recibe la gracia del poder.

Igualmente se habla de los miles de millones de pesos que se otorgan a 750 mil familias bajo los programas de ‘familias en acción’ de acción social’, etc., repartiendo entre 16.000 y 300.000 en cheques para ancianos o por cada niño que vaya a la escuela. Pero así no se están creando las escuelas, hospitales y sobre todo puestos de trabajo que responderían a las necesidades de esa población, sino condicionando a quienes los reciben a depender de esa ‘semilimosna’, lo cual equivale a decir a depender de quien la reparte.

Otros gobiernos montaban programas como el DRI o el Sisben que funcionaban anónimamente y buscaban dar respuesta institucional a ciertos problemas; hoy todo el que recibe un subsidio se lo atribuye –y con razón– a la voluntad soberana del presidente, y casi siempre lo recibe directamente de sus manos.

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*Economista e investigador.

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