El país del llanto


No nos conmueve lo mismo el crimen de una persona conocida que el cometido contra campesinos anónimos.

Por Héctor Abad Faciolince
Fecha: 03/01/2008 -1348


No es normal un país donde uno se levanta y se acuesta cada día con los ojos encharcados. Las imágenes, las entrevistas, las tragedias cotidianas, hacen que uno viva aquí con un nudo en la garganta. Que Íngrid Betancourt, una política íntegra, se esté muriendo en la selva, es un símbolo de la maldad de las Farc y de la tragedia del secuestro. Que Silvia Duzán, una periodista íntegra, haya sido acribillada por los paramilitares, es también un símbolo de la maldad de las AUC y del salvajismo de sus masacres. Contra la barbarie del secuestro marchamos hace menos de un mes. Hay que marchar también contra los paramilitares.

Los crímenes de los paramilitares, a veces con la complicidad de funcionarios del Estado y no pocas veces con la ayuda de miembros de la Fuerza Pública, merecen el mismo repudio. Por eso, aunque no salgamos ni la décima parte de las personas que salieron hace un mes, los que salgamos también a esta segunda marcha lo haremos con la frente muy alta. En uno y otro caso salimos a repudiar crímenes inaceptables. Antes, contra las Farc; esta semana, contra los paramilitares. Los que repudian a las Farc y no a los paramilitares, son indignos; como son indignos quienes repudian a los paramilitares y no a las Farc. Hay que repudiar estas dos formas simétricas de salvajismo.

Pero no es fácil sacar adelante este mensaje, por varios motivos. Uno, por ejemplo, es la propaganda negra de algunos personajes nefastos. Dos ex comunistas arrepentidos y un falangista vergonzante conforman la triple alianza contra la marcha del 6 de marzo: José Obdulio Gaviria, Plinio Mendoza y Fernando Londoño. El primero de ellos dice que han conformado un sindicato de periodismo uribista. Desde las mismas páginas los tres repiten ecos de un mismo artículo que parece dictado por la misma garganta. El argumento que machacan es grotesco y mentiroso: que la marcha del 6 de marzo es a favor de las Farc. Como no se atreven a mencionar el verdadero objetivo de la marcha (contra los crímenes de los paramilitares), dicen que es a favor de las Farc, un grupo armado que todos repudiamos. Lo que temen es que los colombianos condenemos también al paramilitarismo, porque ellos saben que aliados de las AUC han sido (y es cosa juzgada) parapolíticos, paraoficiales del Ejército y parafuncionarios de este y de anteriores gobiernos.

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El argumento de Londoño para negar que en este país la Fuerza Pública haya cometido crímenes atroces es de una lógica burda. Ha sostenido él en varios artículos que en la masacre de Jamundí 10 policías sin uniforme dispararon contra un grupo de soldados. Que ante la agresión los soldados respondieron al fuego y mataron a los policías. Vamos a suponer que esto sea cierto. En tal caso tendríamos a un grupo de policías (que son miembros de la Fuerza Pública) que cometen un crimen y le hacen un mandado a la mafia. Con lo cual, implícitamente, está aceptando que sí hay crímenes perpetrados por miembros de la Fuerza Pública: policías que con fines mafiosos intentan matar soldados. Tanto lo que ha sentenciado la justicia, como lo que afirma Londoño, serían crímenes cometidos por fuerzas oficiales del Estado, y ninguno de los dos es menos grave que el otro, no importa si las víctimas son los policías (como cree la justicia) o los soldados (como dice Londoño).

Pero lo que hace mucho más difícil que esta marcha contra los paramilitares consiga el mismo número de participantes que la marcha contra las Farc, es que las víctimas del paramilitarismo, en su mayoría, son personas humildes cuyas muertes no han logrado atravesar el callo de nuestra indiferencia. Así es la condición humana. No nos conmueve lo mismo, ni nos interesa igual, el crimen o la muerte violenta de una persona conocida (y muchos secuestrados son famosos) que el crimen cometido contra campesinos anónimos. El secuestro de Íngrid ha conmovido a Europa y a Colombia, y está bien. El asesinato de Yolanda Izquierdo, solamente a su familia, lo que es muy triste. Esto es explicable por la mezquindad humana, pero no es moral. Por eso hay que marchar también contra los crímenes de los paramilitares pues aunque los de ellos hayan tenido menos prensa, son tan asquerosos como los de la guerrilla.

Sé de una amiga que cuando marche este jueves llevará en su memoria y en su pecho el recuerdo de Silvia Duzán, masacrada por los paramilitares. Uno de los organizadores de la marcha, Iván Cepeda, irá a recordar a su padre, como ya lo hizo una vez, valientemente, en el Congreso, frente a los asesinos. Yo también marcharé por otra víctima de los paramilitares a quien siempre recuerdo, en combate desigual contra el olvido. Pero nuestro país parece tuerto. Solamente ve y llora por el ojo derecho (y a veces tan sólo por el izquierdo, en el caso de otros sectarios). Los que participemos en las dos marchas, aunque seamos una minoría, estaremos diciendo que nosotros sabemos llorar por los dos ojos a todas las víctimas de nuestra violencia.

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