Como este niño hondureño, hay 800 millones de personas en el mundo en estado de desnutrición. Foto: AP
Casos como estos se repiten alrededor del mundo, donde el valor de los alimentos más básicos ha ido creciendo inexorablemente a lo largo del último año. No es una casualidad. De acuerdo con un estudio reciente de la Organización para los Alimentos y Agricultura (FAO) de la ONU, el planeta está entrando en una crisis alimentaria sin prececentes.
Según la FAO, son varios los culpables: el incremento de los precios internacionales del petróleo, que ya superó la barrera de los 100 dólares por barril; agricultores que han abandonado el cultivo de cereales para entrar en el mercado de los bio combustibles, como en Brasil; las intensas sequías e inundaciones, y la creciente demanda de alimentos de países como India y China. El estudio asegura que todos estos factores se han ido amasando como una gran bola de nieve que provocará una hambruna generalizada, especialmente en países en vías de desarrollo. Aunque no lo dice, el informe apunta a que los conflictos del futuro estarán determinados por la escasez de comida.
Cada pieza en este gran ajedrez ha puesto su grano de sal. En algunos casos, verdaderas rocas. No hay duda de que la creciente demanda energética del planeta y los precios del crudo tiene mucho que ver. En lo que va del año, el barril de petróleo ha aumentado más de un 30%, y ha provocado el encarecimiento de los costos de producción y de transporte, un costo que ha sido transferido al precio final de los productos.
Este aumento, y el temor de que los carburantes basados en crudo son en parte responsables del calentamiento global, han disparado el mercado de los bio combustibles. Y por una razón muy económica. Aunque son más costosos de producir, los altos precios del petróleo los han vuelto competitivos. De allí que muchos agricultores que antes dedicaban su producción de maíz y arroz a surtir el mercado alimenticio, ahora la estén usando para copar el mercado de los bio combustibles. Otros están, sencillamente, cambiándose a cultivos como el de la palma africana, que también se usa para generar "oro blanco".
Estados Unidos, por ejemplo, vio durante 2007 cómo el 25% de su producción de maíz se tornó en alcohol para carros. De allí la furia de los mexicanos, que se vieron afectados en el precio de sus tortillas. La propia ONU, a través de su Relator Especial para la Comida, Jean Ziegler, describió recientemente el uso de alimentos para producir combustible como un "crimen contra la humanidad".
Los defensores anotan, no obstante, que son los altos precios del petróleo y no el incremento de la producción de bio combustibles los que están generando el alza en los precios de los alimentos. Además, señalan que así se contribuye a frenar el calentamiento global, pues es el reemplazo del mortal CO2 del crudo. Esto último plantea, de entrada, una gran ironía: que frenar el calentamiento global termine ocasionando una hambruna descomunal.
El caso es que prácticamente todas las regiones del mundo están registrando inflación relacionada con el costo de los alimentos de la canasta familiar (ver recuadro). Y lo que es peor: las reservas alimenticias del planeta se encuentran en su punto más bajo en 35 años, lo cual hace improbable que los precios caigan en el corto o mediano plazo. "En el pasado, este tipo de shocks en el mercado se había disipado rápidamente. Pero este no parece ser el caso ahora. La oferta y la demanda se han desbalanceado y para eso no hay un remedio fácil", dice Ali Ghurkan, analista de la FAO y uno de los autores del reporte, que concluye que la "situación podría deteriorarse aún más en los próximos meses".
La región más golpeada, sostiene la FAO, será el sur de África, donde muchos países dependen de energía y alimentos importados. Es decir, crecerán dramáticamente las tasas de malnutrición en un mundo donde ya 854 millones de personas, la sexta parte, no tiene suficiente para comer.
Como en muchos otros casos, de la crisis alimentaria también saldrán algunos ganadores. De acuerdo con el ministro de Agricultura, Andrés Felipe Arias, Colombia, con sus grandes extensiones de tierra cultivable, se podría beneficiar si aumentan la demanda y los precios de los alimentos en el mundo. El país, dice, podría convertirse en exportador de maíz, trigo y arroz, por no hablar de los bio combustibles basados en caña de azúcar y palma africana. Eso probablemente es cierto, pero esconde el drama que acaba de pintar la FAO: un mundo en el que los más pobres no tendrán ni qué comer.
POR LAS NUBES
La inflación de los alimentos básicos es dramática. En China ha crecido 18%; en Estados Unidos y Latinoamérica, 10%. Solo en Brasil los alimentos costaron tres veces más en el primer trimestre de este año que en el mismo período de 2006. En la mayoría de países africanos, la inflación ha subido más de 25%. En algunas regiones la leche ha subido 200%, mientras que el maíz y el trigo promedian un incremento del 50%. En Rusia las alzas fueron tan agudas, que el Gobierno decretó una moratoria de los precios de la leche y el pan hasta enero. Pero todos saben que no es sostenible y que obedece más a razones políticas -las elecciones parlamentarias son ese mes- que a una acto de conciencia. Dice el informe de la FAO que, en total, el costo de la importación de alimentos crecerá a 745.000 millones de dólares en 2007, un 21% más que lo registrado en 2006. Para los países en desarrollo será aún más alto, casi un 25%, pues alcanzará los 233.000 millones de dólares.