Sarkozy y la lucha de clases

Roland Pfefferkorn
Traducido para Rebelión por Juan Vivanco y revisado por Manuel Talens


«Ser de derechas es negarse a hablar en nombre de una Francia contra otra. Es rechazar la lucha de clases» [1]. «¿Qué pensarán los que se levantan a las cinco de la madrugada para ir en autobús a trabajar, si sus impuestos sufragan las vacaciones y el abono de transporte de los que no trabajan?» [2]. Antes de resultar elegido, Nicolas Sarkozy jugó en permanencia con una doble retórica: por un lado desarrolló un planteamiento tradicional de derechas, centrado en el cierre de filas, el consenso y la unidad nacional y, por el otro, se dedicó a alentar sin tregua un enfrentamiento entre «los que se levantan temprano» y otros ciudadanos –aunque sin concretar a quiénes se refería– que son los aprovechados, los subsidiados, en fin, aquellos para quienes «siempre es domingo» [3]. Estaba claro que no aludía a los pocos afortunados que son sus «hermanos» (Lagardère, Bolloré y consortes), sino a los que cobran el RMI [4] y la ASS [5].

En el congreso de los empresarios de hostelería declaró: «Ha llegado el momento de superar los enfrentamientos de clases, de reconciliar a los franceses con sus empresas y, al mismo tiempo, de reconciliar a los empresarios con el Estado» [6]. Escenificó una ilusoria comunidad de intereses para distinguirse de sus adversarios políticos, «los que quieren dividir para reinar» [7] o «los que piensan que Francia tiene tan poca existencia que ya ni siquiera le queda una identidad» [8].

«Mientras unos sólo quieren atizar la lucha de clases», siguió diciendo, «otros, entre los que me cuento, dicen que la suerte de cada cual depende de la de todos» [9]. Se apuntó con cierto énfasis a la mística nacional que pretende unir a todos los franceses por encima de los antagonismos de clase en torno a unos intereses comunes. En suma, «Francia sólo hay una… pueblo francés sólo hay uno [10]». Fustigó la ideología y las soluciones del siglo XIX atribuyéndoselas a sus adversarios, esa «izquierda que no quiere unir a los franceses porque lo que pretende es dividirlos, enfrentarlos entre sí, que sigue razonando como en los tiempos de la lucha de clases».

Pero más allá de esta mística de la unión, durante los dos años anteriores a su elección desarrolló otra retórica dirigida claramente a sembrar la división entre los asalariados. Se ponía de parte de «la Francia que se levanta temprano y ya no soporta la nivelación, el igualitarismo y la beneficencia» [11] y arremetía contra «los que no quieren hacer nada, los que no quieren trabajar y se aprovechan de quienes se levantan temprano y trabajan duro» [12]. El hecho de que durante los años ochenta y noventa una parte de las ciencias sociales y la izquierda en el gobierno renunciase a la perspectiva de clase le permitió jugar con esos dos registros contradictorios.

Sin embargo, en el mundo real la lucha de clases sigue con plena vigencia como antagonismo social fundamental, incluso en periodos de aparente pasividad social. Las leyes votadas en el verano de 2007 son reveladoras al respecto, pues hacen trizas el discurso mistificador de un Sarkozy adalid de la unión. En efecto, estas leyes propician nuevas transferencias de riqueza de las clases asalariadas, populares o intermedias a los sectores más pudientes de la sociedad y, sobre todo, a los propietarios más ricos. Recordemos que durante el último cuarto de siglo la proporción de los salarios en el reparto de la riqueza ya disminuyó 10 puntos, al pasar de cerca del 70 % de la renta nacional al 60 %. Las nuevas medidas (como la rebaja del impuesto de sucesiones para los más ricos, el escudo fiscal o la no imposición de las horas extras [13]) no han hecho más que acentuar las desigualdades sociales. Estos regalos a las 300.000 o 400.000 familias más ricas corren a cargo de toda la sociedad. En cambio, las franquicias médicas afectan a todas las familias, incluidas las clases populares. Y la dejación del Estado lleva directamente a un sistema educativo de varias velocidades (renuncia al mapa escolar, supresión de 11.500 puestos de trabajo en la escuela secundaria, sometimiento y automatización de las universidades). Además, la supresión de los regímenes especiales de jubilación, que pasa por alto las desigualdades laborales y la dureza de ciertos oficios, presagia nuevas acometidas contra el régimen ordinario de jubilación. Por último, el derecho a la huelga se ha debilitado. En total, lo que está en el punto de mira son las grandes conquistas sociales del pasado, de 1968, 1945 y 1936, o incluso los principios republicanos elementales (como la separación de poderes). Las medidas adoptadas a paso de carga en el verano de 2007, que han desencadenado las protestas masivas de este otoño, muestran claramente quién lleva la iniciativa en la lucha de clases actual.

Notas

[1] Discurso en el congreso de la UMP (Union pour un Mouvement Populaire, principal partido de derechas), 14 de enero de 2007.

[2] Discurso pronunciado en Meaux, 13 de abril de 2007.

[3] La frase es de Christine Lagarde, ministra de Economía y Hacienda.

[4] Revenu minimum d’insertion, renta mínima que el Estado garantiza a quien ha agotado el subsidio de desempleo. [N. del T.]

[5] Allocation spécifique de Solidarité, subsidio estatal no acumulable con el RMI. [N. del T.]

[6] Citado por Politis, n.º 959, 5 de julio de 2007. Su principal adversario en las elecciones presidenciales desarrolló un planteamiento muy parecido.

[7] Discurso pronunciado en Saint-Quentin, 25 de enero de 2007, repetido en Caen el 9 de marzo de 2007.

[8] Discurso pronunciado en Lyon el 5 de abril de 2007.

[9] Discurso pronunciado en Lyon el 5 de abril de 2007.

[10] Discurso pronunciado en Ruán el 24 de abril de 2007.

[11] Consejo Nacional de la UMP el 6 de marzo de 2005.

[12] Discurso pronunciado en Périgueux el 12 de octubre de 2007.

[13] Esta medida disminuye las cotizaciones sociales patronales en detrimento del empleo.

Roland Pfefferkorn es profesor de sociología de la universidad Marc Bloch-Strasbourg 2; su último libro publicado es Inégalités et rapports sociaux. Rapports de classe, rapports de sexe, Paris, Editions La Dispute, 2007.

Juan Vivanco y Manuel Talens son miembros de Cubadebate, Rebelión y Tlaxcala.

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