Realismo con el TLC


13 de Noviembre de 2007. Redactor de EL TIEMPO.

No lucen buenas las posibilidades, a corto plazo, de concretar el acuerdo comercial con E.U. Y tampoco, a mediano plazo.

La semana pasada, la Cámara de Representantes de Estados Unidos aprobó por amplia mayoría el Tratado de Libre Comercio firmado con Perú y todo indica que en los próximos días el Senado hará igual, lo que dará vía libre a su aplicación. Desafortunadamente, no se puede decir lo mismo del TLC que hace casi cuatro años empezaron a negociar los gobiernos de George Bush y Álvaro Uribe y que firmaron hace ya casi un año.

Contrario al caso peruano, desde la misma firma del TLC con Colombia, el Partido Demócrata y organizaciones no gubernamentales de E.U. le hicieron reparos. Y hoy hay que ser realistas: cada día son más lejanas las posibilidades de que el acuerdo sea una realidad a corto plazo, y tampoco hay optimismo a mediano plazo, dada la realidad política en E.U. Las últimas declaraciones de Hillary Clinton son una contundente prueba en ese sentido.

Ante esto, no faltan las tentaciones de reaccionar drásticamente, y, a veces, el presidente Uribe es propenso a caer en esa línea, útil para él, quizá, en el manejo de asuntos internos, pero no para las relaciones internacionales, que se deben manejar más a punta de tacto y olfato político que de vísceras.

Desconocer que el Gobierno Nacional ha hecho un gran esfuerzo para lograr el TLC es injusto. Otra cosa es que no haya sido suficiente el trabajo y poco efectivo haber apostado a la continuidad de las mayorías republicanas, o actuado más en reacción con los hechos que proactivamente.

Al obtener la mayoría en el Congreso y una clara opción de llegar a la Casa Blanca, los demócratas encontraron en Colombia un buen 'chivo expiatorio' para mostrar su capacidad de oponerse a una administración desprestigiada, enarbolando una bandera contra el libre comercio y los efectos de la globalización, popular no solo en sectores académicos o sindicales, sino entre muchos estadounidenses. Colombia no ha podido o no ha querido desmarcarse de la alianza con el gobierno de Bush y esta es la primera cuenta de cobro que le pasan los demócratas.

El Congreso de E.U. ha retomado el control de las negociaciones de acuerdos comerciales y la nueva mayoría exige de la contraparte resultados concretos, no meras respuestas de relaciones públicas. Pese a los resultados que se muestran ahora contra la impunidad en homicidios de sindicalistas, al gobierno de Uribe le ha faltado claridad y concreción. Bogotá alega que se ha hecho mucho, pero Capitol Hill dice que no basta.

¿Injusto lo que le está ocurriendo con el TLC? Sin duda. Paradójicamente, Colombia está pagando el precio de ser un aliado incondicional de la desprestigiada administración Bush, la cual tampoco desaprovecha la oportunidad para culpar a sus contrincantes de que la negativa al TLC fortalecerá el narcotráfico y podría ser un punto a favor de Chávez y sus amigos.

Mucho sugiere que la decisión sobre el TLC quedaría pendiente para después de las elecciones presidenciales y legislativas de noviembre del 2008, que pueden ganar los demócratas. A corto plazo, queda la vía de la extensión de las preferencias arancelarias unilaterales del Atpdea, que vencen en febrero, asunto en el que no se tiene oposición demócrata. Y aprovechar la coyuntura preelectoral para plantear una agenda menos unipartidista, pensando en la nueva realidad. Tal estrategia es mucho más que un trabajo de relaciones públicas.

La principal lección es que, sin desconocer la importancia del mercado estadounidense para los productos colombianos, la estrategia comercial debe mirar más allá, buscar nuevas opciones y consolidar otras, como es el caso de Venezuela, con la que el comercio alcanza cifras sin antecedentes, no hace mucho tiempo puestas en peligro en aras de un TLC que por ahora luce casi como una ilusión.

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