Noviembre 24 de 2007
Ninguna de las acciones militares de los Estados Unidos aborda los problemas que provocan los conflictos armados; al contrario, suelen agravarlos.
Muchas zonas actuales de guerra -Afganistán, Etiopía, Irán, Irak, Pakistán, Somalia y Sudán- comparten problemas que están en la raíz de sus conflictos. Todas son pobres, están sacudidas por desastres naturales -en particular, inundaciones, sequías y terremotos- y tienen una población en rápido crecimiento que presiona sobre la capacidad de la tierra para alimentarla. Además, la proporción de su juventud es muy alta y rebosan de jóvenes en edad militar (de edades comprendidas entre 15 y 24 años).
Solo con un desarrollo económico sostenible a largo plazo se pueden resolver esos problemas. Sin embargo, Estados Unidos, al intentar abordar todos los conflictos por medios militares, persisten en reaccionar ante los síntomas y no ante las condiciones subyacentes. Respaldan al ejército etíope en Somalia. Ocupan Irak y Afganistán. Amenazan con bombardear Irán. Apoyan la dictadura militar en Pakistán. Las políticas estadounidenses agravan la situación en vez de resolverla.
Una y otra vez, ese planteamiento militar vuelve a asediar a Estados Unidos. Se puso de parte del sha de Irán al enviarle armamento en gran escala, que cayó en manos del gobierno revolucionario iraní en 1979. Después, respaldó a Saddam Hussein en su ataque a Irán hasta que acabó atacando al propio Saddam. Asimismo, respaldó a Osama Ben Laden en Afganistán contra los soviéticos hasta que acabó luchando contra él. Desde el 2001 ha ayudado a Pervez Musharraf en Pakistán con más de 10.000 millones de dólares y ahora afronta un régimen que apenas sobrevive.
La política exterior de E.U.es tan ineficaz porque se han hecho cargo de ella los militares. Incluso, la reconstrucción posterior a la guerra en Irak, bajo la ocupación encabezada por ellos, fue dirigida por el Pentágono y no por organismos civiles. El presupuesto militar estadounidense domina todos los aspectos de la política exterior. Sumando los presupuestos del Pentágono, las guerras de Irak y Afganistán, el Departamento de Seguridad Interior, los programas de armas nucleares y las operaciones de ayuda militar del Departamento de Estado, E.U. gastará este año unos 800.000 millones de dólares en seguridad, frente a menos de 20.000 millones dedicados al desarrollo económico.
En un artículo sensacional sobre la ayuda a Pakistán durante el gobierno de Bush, Craig Cohen y Derek Chollet demostraron el carácter desastroso de ese planteamiento militarizado, incluso antes de que el vacilante régimen de Musharraf adoptara las últimas medidas represivas. Muestran que, pese a que Pakistán afronta enormes problemas de pobreza, población y medio ambiente, 75 por ciento de los 10.000 millones de dólares de ayuda estadounidense han ido al ejército pakistaní, para reembolsar su contribución a la "guerra contra el terror" y ayudarlo a comprar F-16 y otros armamentos.
Otro 16 por ciento fue directo al presupuesto pakistaní; nada que objetar. Para el desarrollo y la asistencia humanitaria, quedó menos del 10 por ciento. La ayuda anual de E.U. para la educación en Pakistán ha ascendido a tan solo 64 millones de dólares, o sea 1,16 por niño.
Los autores observan que "ya en fecha temprana, la formulación estratégica para Pakistán corrió a cargo de un círculo reducido en la cima del gobierno de Bush y se ha centrado en gran medida en el esfuerzo bélico más que en la situación interna de Pakistán". También subrayan que "la aportación de Estados Unidos a Pakistán está muy militarizada y centralizada y muy poco de ella llega a la inmensa mayoría de los pakistaníes". Citan estas palabras de Bush: "Cuando (Musharraf) me mira a los ojos y dice que no habrá talibanes y Al-Qaeda, lo creo; esa es la verdad".
Ese planteamiento militarizado está conduciendo al mundo a una espiral ascendente de violencia y conflictos. Todos los nuevos sistemas de armamento "vendidos" o entregados a esa región multiplican las posibilidades de extensión de la guerra, de nuevos golpes militares y de que las armas se vuelvan contra los propios Estados Unidos. Nada de eso ayuda a abordar los problemas subyacentes de pobreza, mortalidad infantil, escasez de agua y falta de medios de vida en lugares como la provincia noroccidental fronteriza de Pakistán, la región sudanesa de Darfur o Somalia. Esos lugares rebosan de personas que afrontan una escasez de lluvias y pastizales degradados. Naturalmente, muchos adhieren a las causas radicales.
El gobierno de Bush no reconoce esas amenazas demográficas y medioambientales, ni que los 800.000 millones de dólares de gasto en seguridad no aportarán riegos a Afganistán, Pakistán, Sudán y Somalia, por lo que no aportarán la paz. En lugar de ver a personas reales en crisis, ven caricaturas, un terrorista a la vuelta de todas las esquinas.
Solo cuando los estadounidenses y otros empiecen a ver las cosas con los ojos de sus supuestos enemigos y comprendan que los conflictos actuales, al ser resultado de la desesperación y la desesperanza, se pueden resolver mediante el desarrollo económico en lugar de la guerra, será posible un mundo más pacífico. Tendremos paz cuando prestemos atención a las palabras del presidente John F. Kennedy, quien, unos meses antes de su muerte, dijo: "Pues, en última instancia, nuestro vínculo más básico es el de que todos vivimos en este pequeño planeta. Todos respiramos el mismo aire. A todos nos preocupa mucho el futuro de nuestros hijos y todos somos mortales".
* Profesor de economía y director del Instituto de la Tierra de la Universidad de Columbia
© Project Syndicate, 2007
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