19 de Octubre de 2007. Redactor de EL TIEMPO.
Como si no les bastara con el monumental lío que tienen en Irak, la confrontación en curso con Irán y los roces con Rusia, el Presidente y el Congreso de los Estados Unidos andan arrojando guantes en otras latitudes. Que algunos, como el mandatario ruso, Vladimir Putin, recogen prestamente.
No se necesitaban dos dedos de frente para prever las serias repercusiones en las relaciones entre China y Estados Unidos del hecho de que el presidente George W. Bush haya recibido el miércoles -pese al pedido expreso de no hacerlo por parte de Beijing- al Dalái Lama, representante del Tíbet en el exilio considerado traidor por el gobierno chino, para otorgarle la más alta condecoración civil estadounidense, la Medalla de Oro del Congreso, que requiere una votación de dos tercios y solo ha sido entregada a un centenar de figuras. El gesto, justo mientras se desarrolla el congreso del Partido Comunista chino, fue declarado como una "abierta intervención" de E.U., y el embajador gringo fue llamado para protestar.
Si en el caso de China podría alegarse que se trata de un rival, lo que pasa con Turquía -aliado clave y miembro de la Otan- es todo lo contrario. Allí ha provocado un terremoto político y manifestaciones callejeras la aprobación en el Comité de Relaciones Exteriores de la Cámara de E.U. de una moción que califica como "genocidio" la matanza de un millón de armenios por parte de tropas otomanas en 1915-17, un viejo contencioso que toca la fibra del alma nacional turca, país que siempre se ha negado a reconocer que cometió genocidio. De poco sirvió que Bush se opusiera a la decisión, pues no pocos republicanos votaron a favor. Y esta es el primer paso para su aprobación en la Cámara en pleno.
La respuesta turca no se hizo esperar. A raíz de la muerte de 13 soldados turcos, atribuida a un ataque de rebeldes kurdos basados en Irak, el parlamento en Ankara autorizó al primer ministro, Recep Tayyip Erdogan, a enviar tropas a Irak si lo considera necesario. La protesta iraquí y kurda fue vehemente, y evidente la preocupación en Washington, ante un desarrollo que puede complicarle aún más las cosas en Irak. Si la moción sobre el genocidio llega a aprobarse en el Congreso de E.U., la confrontación podría escalar hasta el cierre del acceso de la aviación estadounidense a la estratégica base de Incirlik, en el sur de Turquía, clave para el reabastecimiento de tropas. Eso sin contar con las explosivas repercusiones en el Kurdistán iraquí, hasta ahora relativamente pacífico comparado con las regiones sunitas y chiitas.
A todas estas, el gobierno ruso no cesa en sus intentos de reafirmar su carácter de potencia rival. Además de su reiterada oposición a la instalación de un escudo antimisiles en el Este de Europa (otro avance asumido en Moscú como una provocación de Washington), Putin acaba de visitar Irán, donde defendió (para alarma de Occidente) el derecho de este país a la energía nuclear y reafirmó su propósito de cooperarle en ese campo. Y, mientras Bush declaraba que si Irán llega a poseer un arma nuclear el mundo estará frente al peligro de una Tercera Guerra Mundial, Putin anunciaba "grandiosas" mejoras en la capacidad de sus fuerzas armadas y llamaba a E.U. a poner fecha a su salida de Irak.
Con los líos que ya tienen los Estados Unidos y los nuevos pleitos que se buscan su Presidente y su Congreso, no es de extrañar -guardadas sean las proporciones- el desaire a un aliado menor como Colombia, en materia de libre comercio. Si no vacilan en retar a Beijing, Moscú y Estambul, ¿alguien cree que les importe mucho Bogotá?
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