La Justicia inamovible

El Nuevo Siglo . Abril 23 de 2008


Lo que ayer en la mañana, a raíz de la orden de captura dictada al ex senador Mario Uribe Escobar, era un escándalo nacional superlativo, en la noche se había convertido en un estremecimiento internacional.

La denegación del asilo político al familiar del Presidente de la República por parte de Costa Rica constató, a ojos del mundo entero, que de ninguna manera puede reputarse los dictámenes de la Corte y la Fiscalía colombianas sobre la parapolítica como persecución de ninguna índole. Por el contrario, la actitud costarricense respaldó implícitamente los avances de la justicia colombiana y en tal sentido dejó en claro que el concierto para delinquir por promover acuerdos con grupos armados al margen de la ley, según dice la misma orden de captura, no procede para ningún tipo de amparo del exterior.

Al mismo tiempo que esto ocurría la cúpula judicial se aunó en defensa de la Corte Suprema de Justicia cuestionada de manera absurda a través de una propuesta expresada por alguno de los abogados asesores del Presidente, según la cual era aconsejable convocar una Comisión de Reajuste Institucional que comenzara por quitarle facultades al Alto Tribunal. Semejante estropicio, tan sólo posible en mentes calenturientas impropias para el momento que se vive, fue desde luego descartada por la opinión pública en general y tildada, con razón, ya no de intento de obstaculizar la justicia, sino de sepultarla.

Paralelamente la seccional de Cundinamarca del Consejo Superior de la Judicatura confirmó la suspensión de la extradición de alias Macaco, pues se consideró que el alcance de esta figura sólo puede llegar hasta los linderos establecidos sobre las víctimas en la ley de Justicia y Paz. De esta manera la facultad presidencial de extraditar ha quedado supeditada a ello, de acuerdo con la ley que el mismo gobierno ayudó a crear. Queda pendiente la apelación, pero sin duda habrá que buscar un equilibrio entre la extradición y la verdad y reparación.

En el transcurso de los últimos días se ha denotado cierto nerviosismo y hasta exasperación en el Ejecutivo a raíz de los avances en las investigaciones de la parapolítica. La captura por parte de la Fiscalía de Uribe Escobar, después del fallido asilo con el que pretendía evadir las resoluciones judiciales, demuestra que estaban completamente errados quienes, como el más cercano asesor presidencial, pregonaban su preclusión para confundir a la opinión pública. De antemano se sabía, sin embargo, que Corte y Fiscalía actúan como mancornas, a pesar de las presiones y vicisitudes y que el Fiscal General y sus delegados habían sopesado debidamente las pruebas. Por eso para algunos la orden de captura no fue sorpresiva, mucho menos cuando horas previas la Corte había procedido a ordenar la detención del suplente de Uribe Escobar.


Lo que está pasando con el Congreso de la República es lamentablemente insostenible. Así lo hemos dicho desde hace tiempo aunque sólo hasta hoy ciertos líderes y periodistas comienzan a percibir el tamaño de la crisis. Por fortuna hay quienes, de frente y sin esguinces, como lo hemos hecho en estos editoriales, defienden la actividad institucional de la Corte Suprema. Así lo volvió a hacer con entereza ayer el ex presidente Gaviria quien, sin reservas y ostentaciones, se puso del lado de las instituciones y advirtió sobre el autoritarismo que comenzaba a vislumbrarse en algunas propuestas gubernamentales.

Ante todo es necesario conservar la calma y la sindéresis particularmente en la cabeza del Ejecutivo. Entendemos las presiones a que debe estar sometido el Presidente por ser muchos miembros de su bancada quienes lo tienen rodeado suplicándole salidas para su situación. Pero el Primer Mandatario, por más amigo que sea de quien sea, tiene que liberarse de cualquier coyunda para dirigir el barco en aguas tormentosas con acierto. Una cosa, ciertamente, es su popularidad y otra, sin duda, el manejo del país en medio de la fractura democrática que se padece por haber recurrido los políticos a pactos non sanctos. Sería calamitoso para la nación ver al Jefe de Estado actuar como parte, antes que ser quien, como representante de la unidad nacional, presente soluciones ajustadas a las necesidades del instante. La desesperación es la peor consejera. En el ambiente se percibe una aguda irritación de la gente contra los políticos. Al Presidente se le reconocen muchas cosas, pero sería imperdonable que en esta coyuntura histórica no actuara como el estadista que la mayoría del país presume.

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