NO CAER EN TRIUNFALISMOS PREMATUROS
Rudolf Hommes. Columnista de EL TIEMPO.
El Gobierno ha querido presentar la muerte de 'Tirofijo' como un punto culminante de la política de "seguridad democrática", y hasta parece haberse presentado por lo menos alguna discusión entre el Presidente y su Ministro de Defensa por la presentación de la noticia (como si fuera algo que favorecería solamente a uno de los dos). Indudablemente, el fallecimiento de su líder ha debilitado a las Farc, pero sería un error táctico pensar que están heridas de muerte y que solamente es cuestión de tiempo antes de que se desintegren, como lo están presentando algunos medios de comunicación. También puede ser equivocado proclamar que 'Alfonso Cano' es más proclive a buscar la paz, o que las Farc se van a dividir entre halcones y palomas.
Las Farc son una organización militar y, paradójicamente, le quedaría más fácil a 'Jojoy' que a 'Cano' llegar a una mesa de negociación, precisamente porque tiene las charreteras. Aun si 'Cano' fuera un Juan XXIII de la guerrilla, no podría ir en pos de la paz hasta haber consolidado su liderazgo, y es posible que para consolidarlo se intensifique la actividad terrorista. El atentado contra el ferrocarril del Cerrejón puede ser un hecho aislado, o el primero de una cadena de operaciones de las Farc que tengan como objetivo desvirtuar la percepción de que han perdido su capacidad ofensiva. También tienen a Íngrid y a los demás secuestrados de rehenes y van a ser una de las fichas que tiene 'Cano' para hacer su primera movida.
Para no caer prematuramente en triunfalismos, quizás convenga recordar que después del ataque militar a Marquetalia, el 27 de mayo de 1964, las autoridades celebraban en esa localidad, con misa y ceremonia militar, el fin de la Violencia, la supresión de las autodefensas campesinas y la desaparición de las "repúblicas independientes", al tiempo que los 48 campesinos rebeldes que se les escaparon fundaban a las Farc, bajo el mando de Pedro Antonio Marín, alias 'Tirofijo', e inauguraban ese mismo día 44 años más de guerra y de terror. Los políticos, los medios y en general la clase dirigente colombiana no captaron en ese momento ese peligro, ni se adoptó una estrategia política, social y económica para conjurarlo.
Esto último es muy pertinente hoy porque el aspecto militar de la política de seguridad parece estar dando frutos, pero la parte democrática, en sus aspectos políticos y sociales, no está avanzando a la misma velocidad. Curiosamente, no son los políticos los que se ocupan de esto, sino tecnócratas de dos generaciones y orientaciones diferentes, Abdón Espinosa y Armando Montenegro, quienes destacan que los problemas de la justicia y los relativos al desarrollo, la desigualdad y la pobreza no figuran en la estrategia de paz del Gobierno.
Los campesinos despojados hace 44 años de "sus marranos y sus gallinas" pueden ser una figura del imaginario de las Farc que ellas utilizan para escudarse y para disculpar muchas de sus prácticas actuales, como dicen Ariel Sánchez y Gonzalo Sánchez. Ellos también señalan, sin embargo, que el reconocimiento del agravio y la reparación de la injusticia son esenciales para abrirle una ventana a la paz. Pero, por alguna razón inexplicable, a la luz de lo ocurrido, los que mandan en Colombia siguen obstinados en negarles a los campesinos pobres y a los desplazados el acceso a la tierra; y en este Gobierno, el pretexto que se ofrece para no hacerlo es que no se les quiere hacer ese daño.
Y el espectáculo del hundimiento de la reforma política y el sacrificio de la figura 'silla vacía' para preservar una gobernabilidad que no fue adquirida sin recurrir a medios non sanctos, que ahora no se quieren erradicar, ni siquiera sancionar. La posibilidad de la reelección no augura que vaya a tener lugar una reforma de la política para desterrar o, por lo menos, reprimir la corrupción y la politiquería. ¿Tendremos que esperar otros 44 años para principiar a resolver los problemas fundamentales?
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