¿Tiene la democracia en la Universidad el mismo sentido e iguales formas de expresión que en la sociedad política? Es una pregunta que podría constituir la base del planteamiento del problema de un trabajo de investigación.
Sin embargo, no le está vedado a quienes nos preocupa la suerte del alma máter de la sociedad, intentar alguna aproximación a la respuesta de tan profundo interrogante.
El académico Alejandro Goic de la Universidad de Chile precisa coincidencias y diferencias en el ejercicio democrático en ambos escenarios. Está claro que los elementos centrales del sistema democrático representativo son: el credo común de la libertad como base fundamental de la vida democrática, la soberanía del pueblo para decidir su destino político, el voto igualitario, la participación de los ciudadanos en las decisiones políticas y la generación de autoridades, la renovación periódica de ellas, la fiscalización del ejercicio de la autoridad, la separación de los grandes poderes del Estado y la libertad para opinar, reunirse y formar partidos políticos cuyo objetivo cimero es la conquista del poder.
¿Se aplican todos y cada uno de los elementos constitutivos del sistema democrático a los organismos sociales intermedios entre el hombre y el Estado? Por ejemplo, en la familia, ¿Lo democrático sería que el padre y la madre cedieran a la exigencia de una mayoría de tres infantes de 8, 6 y 4 años, que votaron para que la dieta alimentaria diaria tenga como base, turrones de chocolate?; o en las fuerzas armadas, ¿Lo democrático sería que decisiones cruciales para la seguridad ciudadana tuvieran que consultarse por la oficialidad al grueso de la tropa?
Evidentemente, eso no sería democracia, sino democraterismo.. Irrumpen entonces, las preguntas que orientan estas reflexiones: ¿Es la sociedad universitaria idéntica a la sociedad política? ¿Se pueden trasladar a ella mecánicamente, algunas formas y prácticas que se presentan en la segunda? Lo primero para puntualizar es que la universidad difiere de la sociedad política, en aspectos fundamentales.
El fin de la sociedad política es procurar el bien común. La sociedad le asigna a la universidad el objetivo específico de cultivar y trasmitir el conocimiento avanzado en el área de las ciencias, las artes y las humanidades; de crear conocimiento nuevo, profundizar las ideas, de modo que enriquezcan el saber y la cultura universales y contribuyan a la movilidad social y a la difusión del conocimiento. En la sociedad política la soberanía reside en el pueblo, en la universidad la soberanía reside en sus académicos.
La participación de los académicos en el gobierno de la universidad, adquiere características diferentes a la participación ciudadana en la sociedad política. En ésta todos los ciudadanos tienen igual jerarquía para los efectos de participación cívica, igualdad de derechos para elegir y ser elegido y un sufragio igualitario. En la universidad no todos los académicos tienen igual jerarquía, ni asumen similares responsabilidades. De otro lado, la existencia misma de la universidad está condicionada por el acuerdo de cultivar el saber y la cultura, cualquiera que sean las particulares ideologías y creencias de sus miembros.
El objetivo de los académicos no es la conquista del poder, sino la conquista de la verdad. En consecuencia, un tercer elemento distintivo de la sociedad académica es que no requiere de la mediación de partidos políticos para fines de orientación de la comunidad.
En resumen, a la Universidad no le acomoda el sistema tradicional de los partidos para designar sus autoridades. Como en la Universidad Popular del Cesar esa diferenciación se ha pasado por alto en procesos anteriores de nominación de autoridades, se torna imperativo que el Consejo Superior Universitario explore y apruebe fórmulas inteligentes para que la democracia universitaria tenga en el claustro una real expresión, de manera que a los altos cargos jerárquicos accedan los académicos que reúnan los meritos necesarios para merecer la designación.
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Raúl Bermúdez Márquez
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