La mitad de la verdad

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Óscar Collazos. Columnista de EL TIEMPO - 7 de febrero/08
Muchos tememos que la otra mitad de la verdad no tendría el mismo eco que la marcha del lunes.
Pese al asco que me produjo saber que Salvatore Mancuso llamaba a participar en las marchas del lunes, caminé con una camiseta blanca sin frases y sin proferir un solo grito. Lo hice a sabiendas de que el Gobierno pescaría en el río revuelto del repudio multitudinario a las Farc, inyectándole nuevos argumentos a la eventualidad de una segunda reelección presidencial. Lo hice porque quería marchar para protestar por la mitad de la verdad.

Marché para ponerme de acuerdo con multitudes que se manifestaban contra el secuestro y clamaban por la liberación inmediata de los secuestrados en poder de las guerrillas. Por estar de acuerdo con esa parte de la verdad, encontré ético y digno manifestarme, como encontré prudente no llevar escrita en la camiseta palabra o frase que pudiera ser motivo de disputa.

La mitad de la verdad, digo. La otra mitad, tan escalofriante como la primera, estuvo ausente en las multitudes del lunes. Muchos temen que esa otra mitad no interese a tantos millones de personas y que las 120 mil víctimas hasta hoy identificadas del paramilitarismo no tengan nunca la marcha que merecen y que les debemos como un acto simbólico de justicia.

Muchos tememos que la otra mitad de la verdad no tendría eco en las dependencias del Gobierno ni en las misiones diplomáticas ni en los grandes medios de comunicación. No lo tendría tampoco en las empresas que pagaron 'vacuna' a los paramilitares o que respiraron aliviados cuando estos los protegieron de las guerrillas.
Así que si llega a hacerse la marcha de la otra mitad de la verdad, probablemente no registre los más de 10 millones que le atribuyen a las marchas del lunes.

La marcha de la segunda parte de la verdad debe hacerse por solidaridad con las víctimas de atrocidades que los cabecillas del paramilitarismo siguen confesando. Si esa marcha se hace, es posible que no tenga campañas de expectativa porque entre los culpables y cómplices de crímenes que ya han condenado organismos internacionales figuran agentes del Estado, antiguos funcionarios y amigos del Presidente.

Si un día se realiza esa marcha, la de la otra mitad de la verdad, va a ser sin gobiernos nacionales, regionales o locales, sin medios de comunicación leales al Gobierno, sin propaganda en embajadas y consulados, sin empresarios que fueron alguna vez leales a las propuestas de los paramilitares y siguieron siendo leales al Presidente de la República. Va a ser una marcha con más ciudadanía que Gobierno. Es posible que desfilemos muchos de los que nos manifestamos el 4 de febrero contra el secuestro y contra los métodos terroristas de las Farc.

Lo único que tendría que evitar esa marcha serían las consignas.
La marcha de la otra mitad de la verdad debería hacerse en silencio y con sobrias pancartas que recordaran los nombres de las víctimas de la demencia paramilitar. Se recordarían el lugar y las fechas de los genocidios, el nombre de los cabecillas que enseñaron a exterminar metódica y ritualmente.

Pero también el nombre de los políticos que cerraron los ojos ante estas atrocidades y firmaron un documento que proponía la "refundación de la patria".

Si no se llegare a concretar la condena masiva de ese otro horror, los colombianos nos habríamos mentido con una verdad a medias.
Al hacerlo, habríamos cometido el más monstruoso de los errores y abierto nuevamente camino al rencor colectivo.

No habríamos cerrado el círculo de violencias vindicativas. Les estaríamos abriendo un nuevo episodio a guerras que tienen su origen en injusticias históricas.

Óscar Collazos
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"Pero no vemos a los que están en la oscuridad" B. Brecht

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