Febrero 20 de 2008
Pese a que la manifestación de los 5.000 campesinos tiene paralizadas las actividades escolares y hay toque de queda y ley seca, los habitantes del municipio son solidarios con ella.
Del comercio de Tarazá les han enviado víveres y del censo oficial de 2.173 cocaleros protestando, varios están hospedados en casas de gente que ni siquiera es familiar.
Incluso, cuando se le pregunta a cualquier habitante por los disturbios del lunes y martes en los cuales dañaron el peaje, saquearon camiones, resultaron heridas 20 personas y detenidas al menos 30, dice que no fueron los campesinos sino gamines del pueblo.
En las propias autoridades se advierte una especie de ambigüedad. Por un lado defienden al Gobierno, que empezó hace dos semanas la primera fase de un ambicioso plan de erradicación manual nacional, y por el otro hacen eco de las razones de los campesinos. "Si no los apoyamos en este momento se nos rebotan. Está bien que el Gobierno erradique, pero que tenga soluciones alimentarias mientras los proyectos alternativos producen", afirma el secretario de Gobierno de Tarazá, Luis Walteros.
Algo similar ocurre en Valdivia, que cuenta con alrededor de 3.500 nuevos habitantes urbanos desde que se inició la protesta cocalera, el 7 de febrero. La solidaridad en los dos pueblos obedece a que comparten una condición común: sus economías descansan sobre la coca y por eso se ven beneficiados en las temporadas de prosperidad de ese producto ilícito y ahora se afectarían por la posibilidad de que acaben con él.
El alcalde de Valdivia, Mauricio Gómez, informó que el recaudo por la sobretasa a la gasolina ha bajado en un 40 por ciento desde que empezó la erradicación. En Tarazá la disminución sería del 50.
Hay una diferencia entre los cocaleros que llegaron a Valdivia y los que están en Tarazá y que podría determinar la manera en que se resuelva la situación. Los primeros reivindican que no fue la guerrilla sino el hambre y la impotencia al ver sus cultivos arrasados por los "arrancadores" de coca que los sacó de sus tierras. En Tarazá aseguran en voz baja que la guerrilla amenazó con matar al que regresara antes de tiempo.
NÉSTOR ALONSO LÓPEZ
ENVIADO ESPECIAL DE EL TIEMPO
BAJO CAUCA ANTIOQUEÑO
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