por Victor Zuluaga Gómez Wednesday, Feb. 20, 2008 at 8:53 AM
Venir a decir el señor Ministro que van a entregar en concesión unas tierras improductivas a unos empresarios, es un cuento reforzado que ni él se lo cree.
Indupalma es una empresa establecida en el departamento del Cesar desde 1960. Enormes latifundios de más de diez mil hectáreas cultivadas en palma, daban empleo a centenares de trabajares de la región. Pero llegó la apertura, la guerrilla, los paramilitares y todas las plagas parecidas a la langosta. Entonces las dificultades no se hicieron esperar y la empresa se declaró en quiebra debido a la carga prestacional y a las condiciones de orden público.
Apareció entonces el concepto de un joven que ocupaba el Viceministerio de Agricultura, Rubén Darío Lizarralde, y su opinión no gustó mucho a los dueños de las plantaciones y menos a los trabajadores. En síntesis, propuso que se liquidara la empresa y que se constituyeran algunas cooperativas de salud, de manejo de maquinaria agrícola y de trabajadores para que los empresarios contrataran con ellas y les vendieran las maquinarias y las tierras.
Los trabajadores, después de una huelga prolongada cedieran a la propuesta y los empresarios, ante la imposibilidad de vislumbrar otra alternativa, aceptaron la fórmula de Lizarralde.
Hay que decir que cuando se puso en marcha el proyecto, surgieron miles de obstáculos, entre otros el de la educación de los trabajadores. Por esa razón las cooperativas que se conformaron le dieron un impulso enorme a la parte educativa y así, paulatinamente la empresa comenzó a tener una reactivación que nadie esperaba. Los créditos que obtuvieron los trabajadores los fueron pagando con las ganancias que obtenían. Las diez mil hectáreas se comenzaron a vender, a razón de diez hectáreas por trabajador y cuando ya las cooperativas tuvieron prosperidad, llegaron los grupos subversivos y los paramilitares por su cuota parte de ganancia. El resultado: los trabajadores, ahora dueños de la tierra se negaron a pagar cualquier vacuna y ante ese panorama la desaparición de los grupos armados y de un sindicalismo recalcitrante, desaparecieron. Los antiguos propietarios se convirtieron en compradores y comercializadores del producto, asegurando a las cooperativas la compra de sus productos por 38 años. De esa manera ganan los trabajadores y ganan los comercializadores.
A los pocos años Indupalma recibió un reconocimiento internacional por la calidad de sus procesos y su reactivación casi milagrosa.
Este es un buen ejemplo para que nuestro actual Ministro de Agricultura pueda conocer e imitar, para que no nos venga a decir que los trabajadores no son capaces de montar una empresa agroindustrial productiva con la asesoría y los recursos que el Estado puede brindar.
Venir a decir el señor Ministro que van a entregar en concesión unas tierras improductivas a unos empresarios, es un cuento reforzado que ni él se lo cree.
Para terminar, también es recomendable que el señor Ministro relea el informe que la comisión de estudios sobre la violencia publicó en el año 1988, pero que es aplicable con puntos y comas a esta situación: “Una visión imperial del Estado que aún legitima la ficción de que existen “razas salvajes” o “bárbaras”, atávicamente incompetentes para ejercer dominio sobre sus tierras. De ahí que el Estado declare vacíos o “baldíos” esos territorios y, por lo tanto, aptos para que los colonicen las masas campesinas aglomeradas alrededor de extensos latifundios de la región andina y la llanura caribe.
Modelos de desarrollo que, en los lugares donde operan empresas de extracción y explotación de recursos, han dado prioridad al lucro más que las condiciones de existencia de las poblaciones allí asentadas; polos regionales que en diferentes períodos se han constituido en espacios de acelerada acumulación de capital y concentración de poblaciones inmigrantes en competencia por salarios y tierra, con sus secuelas de expropiaciones y empobrecimiento masivo”.
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